jueves, 13 de diciembre de 2018

Con piedad y sin miseria moral. ABC. Sevilla.


Con belleza, nos dice el Elesiastés: Lo que fue, eso será; lo que se hizo, eso se hará: Nada nuevo hay bajo el sol”. Y es que “todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo. Su tiempo el nacer, y su tiempo el morir…”. Nada hay eterno efectivamente, por tanto no puede sorprender que un partido ganador de las elecciones en Andalucía durante cerca de cuarenta años esté a punto de perder el poder. No es algo extraño, en los países escandinavos la socialdemocracia se mantuvo en el gobierno buena parte del siglo XX, y fue artífice de su Estado del Bienestar hasta entrar finalmente en crisis. Pues bien, aquí ha llegado la hora del relevo para el Partido Socialista Obrero Español y sería absurdo que sus dirigentes no fueran capaces de comprenderlo. También parece prudente que los vencedores, en cuanto portadores de la necesidad de un cambio, eviten el ridículo y la desmoralización que supondría que no fueran capaces de ponerse de acuerdo. Además, deben evitarse simplificaciones que van acompañadas de buena dosis de mezquindad. Y así me gustaría señalar lo siguiente:

Primero.-Ya desde Goya se ha puesto de relieve la dureza del pueblo español hacia los derrotados, aquí muchas veces se prefiere la humillación del contrario antes que el logro de sus respeto. Somos cainitas, y lo demostramos a la hora de tratar a los antiguos presidenetes de gobierno. No es posible olvidar el desprecio con el que Pedro Sánchez se dirigió a una persona tan digna como Marian Rajoy, ¿hay algo más contrario a la ética que el insulto que le soltó en pleno debate electoral? ¿Y no es ciero que sus rivales quisieron llevar injustamente a la cárcel a Felipe González por todos los medios? Decimos esto porque la derrota del PSOE en Andalucía ha sido en gran parte producto de sus errores, es verdad. Pero, desde una mínima elegancia, es necesario recordar que su permanencia en el poder fue consecuencia directa  de la aceptación por el electorado, es decir por los andaluces. Y no hay que eludir el respeto que deben merecer todos y cada uno de sus presidentes, alguno de ellos, como José Antonio Griñán, tratados con enorme crueldad e injusticia por sus enemigos partidistas, a pesar de su categoría. Al admirable Albert CAmus pedía, en Les Justes algo tan elemental como “un mínimo de piedad”.

Segundo.-El resultado obtenido por los partidos Popular, Ciudadanos y Vox refleja, es indudable, una voluntad de cambio. Deberían tener en cuenta, sin embargo, que no hay nada más peligroso que no ser capaces de administrar un triunfo. Sería decepcionante que no tuvieren la mínima generosidad e inteligencia a la hora de negociar entre ellos. Más grave aún, que no supieran interpretar los resultados. La necesidad de modificación de rumbo, que refleja las urnas, debe entenderse en gran medida en clave nacional, no de nuestra Comunidad. El Partido Socialista Obrero Español, uno de los ejes centrales del constitucionalismo español de 1978, y garante hasta ahora de su estabilidad, carece ya de legitimación moral para gobernar en España desde el momento en que se apoya en los independentistas catalanes, lo que constituye una vergüenza. Una buena parte de los andaluces han querido expresar su miedo a la destrucción de nuestro país, han tratado de influir sobre Madrid y punto. Es preciso tenerlo en cuenta, pues no es el momento de políticas mezquinas y estrechas. De lo que se trata es de incidir en la política estatal.

Tercero.-Todos los pueblos defienden su grandeza, y Andalucía tiene el mérito, expresado en la simbología, de actuar por sí, “para España y la humanidad” por muy cursi que pudiera parecer. Uno de sus primeros estadistas, después de identificarse como españolista, señaló que nuestro objetivo debía ser eliminar la desigualdad económica e injusticia social que habíamos padecido durante siglos. Nuestra Autonomía se ha identificado así con el progreso y la necesidad de liberación, rechazando cualquier tentación nacionalista. Los miembros del nuevo gobierno deberán tener en cuenta que lo único importante es recuperar la cohesión estatal y la defensa de la unidad. Sería absurdo, además de suicida, embarcarnos en políticas competitivas con otras Comunidades.

         Es el momento de un cambio probablemente decisivo, es hora de la recapitulación. Así, habría que expresar agradecimiento a todos los que han luchado, en este tiempo, por Andalucía. Ha habido políticos malos y corruptos, cierto, pero también generosos y eficaces. Y ello en todos los partidos, no es posible olvidar, entre otros muchos, al miembro del Partido Popular Antonio Garrido Moraga, un gran intelectual recientemente fallecido. Tampoco a la culta e inteligente Fuensanta Coves, del PSOE, que llegó a ser Presidenta del Parlamento, o a Inmaculada Nieto y Horacio Lara, ambos de Izquierda Unida y ejemplos de generosidad. La categoría no es privilegio de ninguna formación. A nuestra Comunidad le ha llegado la hora de la transformación, ojalá sea con grandeza. Si no son capaces, menuda irresponsabilidad.


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