martes, 27 de octubre de 2009

La ciénaga

Decía Aldous Huxley que el remordimiento constituía un sentimiento sumamente indeseable, “si has obrado mal, arrepiéntete, enmienda tus yerros en lo posible y esfuérzate por comportarte mejor la próxima vez”, pero sería absurdo ensimismarse con la pesadumbre de las propias faltas porque “revolcarse en el fango no es la mejor manera de limpiarse”. Es una recomendación que la sociedad española debería tener muy en cuenta: Camps, el caso Gürtel, la Presidenta del Parlamento balear, Mercasevilla…No se habla de otra cosa, y podría dar la impresión de un país escandalizado, en busca de regeneración. Es falso de toda falsedad, lo que hacemos es desplazar nuestra propia responsabilidad, satisfaciendo de paso la primaria necesidad de espectáculo y circo. En el fondo, para lo que sirve la protesta es para obtener la tranquilidad psicológica de que todos son iguales, no hay nadie ejemplar.

Muy probablemente sea la propia sociedad española la que esté enferma. Ortega y Gasset supo verlo con claridad cuando advertía que quienes no tienen ningún proyecto, y no se interesan por nada, buscarán indefectiblemente los peores hombres para dirigirlos. La advertencia no puede ser más oportuna: si una parte considerable, y destacada, de la clase política española es corrupta habrá que pensar que somos nosotros quienes la hemos elegido. Cuando, consulta tras consulta, el gobierno de una Comunidad Autónoma o del mismo Estado recae en un sinvergüenza o, pongamos por caso, en un tonto, tendremos que deducir que también nosotros somos corruptos o tontos. Si una y otra vez te toman el pelo con el timo del “tocomocho”, es indudable que algo de culpa estará en ti.

Parece un poco ridículo reconocer sistemáticamente que tus representantes te engañan; una vez es perfectamente posible pero más…Denunciaba también Ortega la perversión de valores que nos ha llevado con frecuencia “a preferir los hombres tontos a los inteligentes, los envilecidos a los irreprochables”. Una comunidad de filósofos confiará sus asuntos a seres íntegros y responsables, no puede haber dudas, pero si es inmoral y carece de educación los buscará de otra clase. A veces, la denuncia del corrupto opera a la manera de los autos de fe de la Inquisición, que servían para regodearse con la maldad de los demás, y de alivio por la propia supervivencia pues muchos otros podían haber caído.

Si realmente queremos una política de otra índole, lo que deberíamos hacer es presentar proyectos e ideas, formas distintas de concebir la sociedad. Mientras tanto, tenemos lo que merecemos.

martes, 20 de octubre de 2009

Usos amorosos del siglo XXI

En el año 3594 de nuestra era, Liu, prometedor licenciado de la Universidad de Nanking, decidió abordar una tesis doctoral sobre los usos amorosos de Occidente en el siglo XXI. Disponía de una documentación, ajada e incompleta por el tiempo, compuesta esencialmente por las grabaciones de una conversación entre el presidente de gobierno de una comunidad española y un ciudadano en el que se decían cosas como la de que “lo nuestro es muy bonito, precioso”. A la que se unía otra en que la mujer del primero incidía en lo mismo, añadiendo que los regalos ofrecidos a manera de homenaje eran excesivos. Sorprendentemente, muchas personas “estaban en el ajo”. Liu dedujo que se trataba de una sociedad claramente liberal, todos los intercambios afectivos, con independencia de su orientación, eran consentidos. Sus conclusiones no pudieron ser más positivas, la tesis iba a ser rompedora.

Sin embargo, empezó a tener dudas, su tribunal tenía fama de riguroso, un error sería fatal y sus años de esfuerzo podían irse al garete. Como buen chino era trabajador y concienzudo, había seguido recopilando material encontrándose con pistas que invalidaban sus primitivas seguridades. La difusión de las conversaciones no había sido bien acogida; todo lo contrario, los protagonistas del enredo habían recibido incesantes críticas. Es más, de cierto registro podía interpretarse que alguno de ellos había terminado con sus huesos en la cárcel. Se había equivocado: en vez de un país avanzado, era autoritario y represor. Menos mal que todavía estaba a tiempo para reinterpretar todos los hechos.

Pasaban los meses y los meses, la lectura de la tesis se acercaba, y Liu se encontraba cada vez más desconcertado pues nada encajaba. De los documentos que continuamente examinaba no se deducía ningún escándalo de raíz moral. Los datos extraídos de una cosa muy primitiva llamada “Internet” parecían sugerir, incluso, que el problema estaba en que aquellas expresiones amorosas eran engaños utilizados para asegurarse fidelidades y obtener ventajas de carácter contractual. ¿Pero cómo algo tan chapucero podía dar lugar a una polémica de naturaleza política, en la que intervenían gobierno y oposición? Además, los protagonistas se referían unos a otros con nombres de lo más pintoresco: “El mostachos”, “El padrino”…Llegó a pensar que podía tratarse de una broma colectiva, carnavalesca y teatral. Tuvo una conmoción nerviosa, y abandonó la docencia.

Alcanzada la ancianidad, nuestro fracasado investigador, después de años y años de reconcomio mental, tuvo una revelación: lo que pasaba es que se trataba de un país de bobos profundos. Al fin logró la paz.

martes, 13 de octubre de 2009

Hypatia y el mundo pagano

La película de Amenabar, dedicada a la astrónoma y matemática Hypatia, merece la pena; constituye un manifiesto ideológico de reivindicación del paganismo, propio de nuestro tiempo. Aunque sólo fuese desde la estética, la mitología de la antigüedad es fascinante. Los dioses participan de los sentimientos de los hombres, uniéndose a ellos; el mismo Zeus, en el centro de la creación, no duda en disfrazarse de toro salvaje para raptar a Europa. Un universo así es capaz de generar un espléndido arte, y llenar de historias y leyendas, trágicas unas, divertidas y pícaras otras, la mente de los mortales. Recordar la ciudad de Alejandría, con sus filósofos y pensadores paseando por calles adornadas de una exquisita estatuaria, resulta un impresionante sueño. Existe un requisito elemental: que se den las condiciones necesarias para divertirse y ser feliz.

Los tiempos del cristianismo fueron bien duros. Es lógico que la figura de la crucifixión llegase a inspirar más miedo que amor, y que los antiguos paganos desconfiasen de una religión triste y represora. Uno de los padres de la Iglesia, el polemista Tertuliano, no dudaba en amenazarles en forma ciertamente sádica: "Vosotros que tan gran afición sentís por los espectáculos aguardad el mayor de todos los espectáculos, el último y eterno juicio del universo. Como admiraré, cómo me reiré, cómo me alegraré, cómo me regocijaré cuando contemple a tantos supuestos Dioses derritiéndose en fuegos más violentos que cuantos prendieron contra los cristianos”. El panteón romano se ve sustituido por un solo Dios, que es duro y celoso. Y puede haberse manifestado, en el curso de los siglos, incluso con crueldad: caso de la tétrica Inquisición.
Pero no puede olvidarse que fue también la religión de los débiles de la tierra, Nietzsche sabía lo que decía, y en este sentido ha supuesto la más importante revolución en dos mil años de historia. La misma Virgen, la película es también un alegato feminista, fue colocada al lado de Dios, y ha constituido a lo largo de los tiempos un singular instrumento para elevar la dignidad del género femenino. Su figura ha servido para que la ternura y sensibilidad hayan sido identificadas como elementos de civilización, atenuando la brutalidad de los hombres. Ciertamente, carecía de sexualidad pero recomiendo leer “La tyrannie du plaisir” de Guillebaud, para constatar que tampoco las paganas la tenían. Basta con analizar a Hypatia, la protagonista del film.

Es curioso observar el carácter repetitivo de los ciclos históricos, el poéticamente denominado “eterno retorno”. Los primitivos cristianos vivieron en las catacumbas dando un ejemplo de coraje y solidaridad. Después se convirtieron en represores es verdad, pero cabría preguntar si lo que se quiere es devolverlos a los leones y al circo.

martes, 6 de octubre de 2009

El moldavo fútbol club

En la antigua Grecia, los juegos se celebraban siempre en el monte Olimpo. A nadie se le hubiera ocurrido la peregrina idea de trasladarlos a la península de Calcidia o a Macedonia para contentar a unos u otros. El lugar había sido elegido por los Dioses para toda la eternidad. Desgraciadamente, ahora que han abandonado el mundo, los criterios de selección resultan a veces de lo más pintoresco. Al parecer, ya no se busca la perfección del proyecto, la belleza de las instalaciones o, no vayamos a excluirlo, el designio del mismo Zeus. No, ahora lo importante va a ser cumplir todas y cada una de las normas que impongan la corrección política, es decir, la pura y simple memez.

Desde el mismo momento en que Lula señaló que ningún país sudamericano había organizado los juegos, y que ya era hora de que le correspondiesen a un país pobre, y no a los poderosos de la tierra, todo quedó sentenciado. Será mejor que Madrid se despida para siempre de la ilusión de celebrarlos: los de 2020 corresponderán a Bamako, flamante capital de Mali, país del África negra que por el sólo hecho de serlo reúne todos los merecimientos. Bien es verdad que antes estará Rabat que, a su condición africana, añade el hecho de ser de confesión musulmana y origen árabe, mérito sin duda cotizadísimo y nunca suficientemente ponderado.

Que el Barça tenga mucho cuidado, de nada le va a servir contar con Iniesta, Xavi y Messi en su equipo, ni practicar con diferencia el mejor juego del continente, fuentes de toda solvencia han confirmado que el Moldavo Fútbol Club, pundonoroso equipo del este europeo, recibirá una prima inicial de siete goles en todos los partidos internacionales que pase a disputar. La razón es de toda justicia: compensar la debilidad estructural de su país y, sobre todo, la sistemática explotación de que ha sido objeto a lo largo de siglos por las crueles y sanguinarias potencias occidentales. La única duda está en si la ventaja a conceder quedará en los siete tantos ya indicados, o subirá a ocho para lograr una mayor nivelación.

Cuando la vida se regía por criterios cartesianos, las distinciones eran concedidas por razones de mérito. Ahora todo se quiere cambiar, olvidando que la igualdad ha sido el objetivo permanente de la humanidad, y así tenemos un universo más justo. Pero igualdad no es uniformidad, al final del proceso lo que se deseaba era que los mejores gobernasen el mundo, ya fuese en política, cultura o, incluso, en el deporte. Los cien metros lisos no puede ganarlos un anciano, por muy bonito que pudiera quedar. Tampoco se podrá conceder el Nobel de Economía a Zapatero, aunque vaya usted a saber.