martes, 25 de septiembre de 2018

¡Ya está bien! El Mundo. Madrid



Decía Tribe, en su Constitutional Choices, que "en temas de poder, el fin de la duda y la desconfianza es el comienzo de la tiranía". Es cierto, ningún poder, ni siquiera el judicial, puede quedar al margen de sospecha. Por ello, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha establecido tajantemente que no sólo debe hacerse justicia, debe parecer también que se hace. Lo que requiere que la ciudadanía tenga la convicción psicológica de que los  órganos encarga­­dos de fallar los litigios están situados por encima de las partes, pudiendo decidir libremente. En una sociedad democrática, todos los asuntos son discutibles pero lo que no pueden los miembros de su Ejecutivo, porque irresponsablemente pondrían en peligro esa convicción, es realizar manifestaciones sobre el comportamiento a seguir por sus jueces y tribunales. Con respecto a las diligencias del procés, un ministro de nuestro Gobierno ha señalado que “no sería lógico  alargar la prisión preventiva” de los procesados. ¿No se da cuenta que eso puede constituir una presión? Veamos:

Primero.- ¿No es consciente nuestro Gobierno de que el objetivo esencial de los independentistas es negar la imparcialidad del instructor de las diligencias? La demanda presentada en Bélgica contra el Sr. Llarena, que sencillamente inicia el camino a seguir, así lo pone de manifiesto. No lo han ocultado, continuamente ponen de relieve que todo terminará en los tribunales europeos. Y es cierto, de una u otra manera, el Estado español se va a encontrar con una demanda ante el TEDH. Cuando no se tiene nada que perder, la moral no existe y los procesados van a utilizar todos los medios, que no son pocos como se ha visto en Alemania, para acusar a nuestros jueces. ¿Queremos darles más motivos?

Segundo.- ¿Tampoco se han dado cuenta que el ataque a los tribunales de justicia va unido a la puesta en cuestión de la forma del Estado español, es decir, la Monarquía parlamentaria? ¿Tampoco? Pues es evidente, todo estado implica un orden jurídico que se garantiza por los tribunales. Si éstos desaparecen, o son desprestigiados, el sistema entero se viene abajo. No habrá nadie capaz de defender el pacto social que nos dimos con la Constitución de 1978.

Tercero.- Según el artículo 56 de la Constitución española, el Rey es el símbolo de la unidad y permanencia del Estado. Quien quiera destruirlo, ya sabe entonces lo que tiene que hacer: eliminar su capacidad de influencia, evitar otra intervención televisada como la de octubre.  ¿Somos tan tontos que no nos damos cuenta de su estrategia? Los independentistas pretenden cargarse a la vez nuestro sistema jurídico y el símbolo del Estado. Ambas cosas van unidas.

Es cierto que los problemas políticos no pueden solucionarse sólo con la justicia penal. También que nuestro amor por Cataluña exige buscar el restablecimiento de la confianza mutua y la exploración de caminos en ese sentido, así la labor de Partido Socialista Catalán puede ser imprescindible con personalidades tan valiosas como las de Iceta o Borrell. Pero no es tolerable el nivel de tensión a que están sometidos en esta materia los órganos judiciales competentes. ¡Ya está bien!

jueves, 20 de septiembre de 2018

La eternidad y el miedo. ABC de Sevilla


Desde que lo que llamamos ciencia desplazó a la superstición, sabemos que tarde o temprano nuestro universo, también el conceptual, se extinguirá.  Es muy fácil de comprender: el niño avanza hacia la vejez y muere, nada se puede hacer para impedirlo. Los imperios, las civilizaciones, incluso los dioses, se han sucedido los unos a los otros por mucho que se hayan creído únicos e irrepetibles. Y si todo lo que conocemos está condenado a la desaparición, ¿qué decir del hombre? No es extraño que el sentimiento religioso haya acompañado a nuestra especie. En el salmo penitencial De profundis se exclama con pasión: “Desde lo más profundo grito a ti, Yahveh: ¡Señor escucha mi clamor! ¡Estén atentos tus oídos a la voz de mis súplicas!” Por desgracia, nunca se ha recibido una contestación, al menos de manera clara. Puede que estemos absolutamente solos sin que nadie se preocupe por nosotros.

Para huir de la nada, hemos soñado con permanecer a través del recuerdo. El sacerdote egipcio Manetón, en plan épico, señaló: “Después de los dioses y los semidioses, vino la primera dinastía con ocho reyes. Menes fue el primero. Condujo su ejército a través de la frontera y se ganó la gloria”. Como él, los grandes de este mundo han querido vivir para la eternidad, y sólo han dejado un montón de piedras. El sumerio Gilgamesh se consolaba diciendo: “Pero si caigo alcanzaré la fama. Y la fama será eterna”. ¡Pobre iluso!, a todos nos espera el polvo y el olvido. Es cierto que muchos de los héroes de la antigüedad han conseguido que sus hazañas fueran conservadas en escritos, papel, pápiro, o tableta de arcilla da igual, no destruidos al cabo del tiempo, lo que constituye una venturosa excepción. Pero lo que transmiten nunca corresponde con la realidad, es falso. Siempre se producirá una distorsión aun cuando fuera favorable, pues son infinitos los matices que ofrece la personalidad individual, y en la memoria sólo quedarán algunos, que además pueden haber sido interesadamente elegidos. El ser de carne y hueso que existió en un momento y lugar determinado desaparece para siempre, no es posible reconstruirlo. Al menos, así lo hemos creído.

Muy recientemente, sin embargo, parece que la inmortalidad empieza a abandonar los terrenos de la religión y la poesía para convertirse en una posibilidad avalada por la ciencia, recomiendo leer el fascinante libro Homo Deus, de Yuval Noah Harari. De hecho, y según noticias de agencias periodísticas del mes de febrero de 2014, "el director de ingeniería de Google, Ray Kurzweil, cree que la humanidad tendrá las claves para trascender los límites de su biología tras la década del 2030, cuando los 'nanorobots' incorporados en el cuerpo humano permitirán combatir enfermedades". Dichas declaraciones las habría realizado "durante una conferencia de 'The Wall Street Journal' en California (EE.UU.)", aunque las anticipó en un libro publicado en 1999 bajo el título The age of spiritual machines. No es demasiado sorprendente, Francis Fukuyama ha pronosticado que la próxima revolución tendría un carácter químico y biológico. Pero, ¿sería realmente el ser humano el que alcanzaría la inmortalidad? Es verdad que resulta perfectamente posible sustituir un riñón o cualquier otro órgano por un dispositivo mecánico. Bastaría con ir reparando las averías que se presentasen en cada momento para aspirar a durar tanto como el mismo universo, a menos que un fenómeno natural más poderoso nos aniquilase por completo. Entonces, ¿no somos más que un ordenador con algo que llamamos conciencia que podría implantarse también en ellas?

Estamos en un momento evolutivo trascendental en la historia del animal llamado hombre. ¿Qué somos? Albert Camus, después de decir que lo único cierto era que “los hombres mueren y no son felices”, añadía: “El hombre es la única criatura que se niega a ser lo que es, sería capaz de rebelarse contra su ser. Mientras que el animal sigue fatalmente los impulsos de la naturaleza, nosotros los rechazamos”. Lo que no quiere decir absolutamente nada porque podemos simplemente soñar que lo hacemos. Lo que realmente nos distingue es nuestra angustia personal, Descartes no tenía razón al  aseverar, como una premisa de la ciencia, su célebre “pienso, luego existo”. Debía haberlo sustituido por “sufro, tengo miedo, luego existo”. Esa angustia, que desgraciadamente también sentía el robot de 2001. Una odisea del espacio, y nos puede destrozar el argumento, es lo que define nuestra humanidad.

Unamuno lo expresó  con desgarro: "No quiero morirme, no; no quiero, ni quiero quererlo; quiero vivir siempre, siempre, siempre, y vivir yo, este pobre que me soy y me siento ser ahora y aquí, y por esto me tortura el problema de la duración de mi alma, de la mía propia".  La angustia ante la muerte se expresa en formas muy diversas, conlleva miedo al dolor y a lo desconocido, pero también a la soledad con que debe afrontarse.  Queremos durar para toda la eternidad y necesitamos una madre que nos cuide y nos ame. Mientras las máquinas no la tengan, siempre nos envidiarán y el recuerdo del hombre pervivirá durante siglos, al menos así lo soñamos aunque irremediablemente pueda ser falso.



miércoles, 19 de septiembre de 2018

Prisión provisional justificada. El Mundo. Madrid



Al parecer, muy recientemente Meritxell Batet en entrevista concedida a un periódico de tirada  nacional ha señalado que “sería más fácil hacer política en Cataluña sin presos”. En lo que viene a coincidir con su compañero Josep Borrell, que se ha manifestado en el mismo sentido ante la prensa extranjera. Nada hay que decir desde un punto de vista intelectual, incluso personal, pues cuando los políticos entran en la cárcel la racionalidad suele sustituirse por los sentimientos. Sin embargo, se corre el riesgo de pensar que los razonamientos de ambos ministros pueden ser valorados al mismo nivel que los del tribunal que los mantiene en prisión. Lo que sería un disparate, pues las decisiones judiciales encuentran su fundamento en el ordenamiento jurídico y es exclusivamente en este aspecto en el que pueden ser discutidas. Veamos:

Primero.-A tenor de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, la medida de prisión provisional ha de basarse esencialmente en la gravedad de los hechos investigados en íntima relación con la posibilidad de fuga y, sobre todo en este caso, el riesgo de reincidencia en la actividad delictiva. ¿Se puede poner en cuestión, entonces, la existencia de los requisitos necesarios para el mantenimiento de dicha medida procesal?

Segundo.-Nadie, absolutamente nadie de los investigados, puede negar que tuvo lugar una declaración de independencia, que se vulneró el ordenamiento constitucional español y que, de una manera u otra, se invitó a la población residente en Cataluña a resistir activamente a las fuerzas de orden público. Desde el punto de vista de los intereses públicos no puede haber nada de mayor gravedad, y se trata de una actividad que persiste en el tiempo. El propio Torra reconoce aceptar las instrucciones del fugado Puigdemont. ¿Cómo, entonces, ponerlos en libertad? ¿Para que prosigan su presunta rebelión?
                                                                
Tercero.-Todos los actos que son objeto de enjuiciamiento fueron realizados por los procesados, de manera presunta al menos,  con clara conciencia  de sus consecuencias. No es posible olvidar los distintos requerimientos expresos que realizó al efecto el Tribunal Constitucional. Los acusados sabían lo que hacían, y seria absurdo y tonto pensar que actuaron en forma teatral.

Pero como respetamos a Borrell habrá que añadir, si de sensibilidades personales se trata, que los procesados nos han infligido a los españoles, que somos tan catalanes como ellos, un enorme daño: han querido usurpar nuestra soberanía, pues sólo nosotros en su conjunto podemos decidir sobre cualquier parte del territorio. Han infringido las leyes que garantizan la convivencia, y nos impiden con sus presiones desarrollar una política estable, incluso desde una perspectiva exterior. Lo hacen  de una manera irresponsable sin conocer siquiera la legislación internacional, pues no han sido capaces de determinar quién fuese el titular de ese pretendido derecho de autodeterminación, al no haber entendido la decisión sobre el tema del Tribunal Supremo de Canadá. Para colmo, sus admiradores, después de defender sus delitos, nos insultan de manera supremacista y torpe. ¿Hace falta algo más?



jueves, 6 de septiembre de 2018

El arte de la decadencia. ABC de Sevilla



Todas las generaciones se convencen de que se aproxima el fin de los tiempos, las creencias que daban solidez a sus vidas van desapareciendo  una tras otra, y el miedo surge. ¿Cuántas veces se ha asegurado que los bárbaros están a la vuelta de la esquina? Muchísimas, y hasta ahora nunca ha sido así. Lo que ocurre es que las personas llegadas a cierta edad contemplan cambios vertiginosos y profundos que no son capaces de comprender, entre otras razones, por la elemental de que carecen de la vitalidad necesaria para adaptarse a ellos. Así, para personas nacidas en los años treinta, cuarenta o cincuenta, ¿cómo explicar las transformaciones producidas en materia de género, globalización o igualdad social? Un provecto caballero de más de ochenta años es normal que considere algo infernal, por ejemplo, la extensión de la homosexualidad o el lesbianismo. Desde la “corrección política” se nos dirá que es una cuestión de tiempo y educación, la muerte despeja el camino a otros seres que percibirán las cosas con la normalidad derivada de las eternas leyes de la evolución, hasta que también se hagan viejos y vuelta a empezar. Bien triste todo, desde luego…

Sin embargo, lo anterior no es cierto o no lo es completamente, pues si lo fuera no hubiera tenido lugar la caída de Roma, o habría significado bien poco. Los episodios históricos de ruina de una civilización son desgraciadamente frecuentes. Y la realidad es que en este momento vivimos una transformación revolucionaria, que probablemente será un tránsito necesario hacia otra cosa, pero que implica la decadencia real del mundo occidental, aunque no sea en la misma forma, algo pesada literariamente hablando, que previó Spengler. Es verdad que aceptar esa denominada “decadencia de Occidente” te convierte, a los ojos de unas masas bienpensantes, y algo aborregadas por qué no decirlo, en un individuo algo extravagante y sin duda  reaccionario. Me arriesgo a esos calificativos y, por hoy, me limitaré a  señalar un aspecto de la misma, la relativa al arte, que es esencial para conocer el estado actual de nuestra civilización.

¿Subsiste el arte en Occidente? Para contestar, quiero narrar una historia bien curiosa a la que se refirió José Luis Pardo en su excelente ensayo Estudios del malestar. En 1917, el mecenas y promotor cultural A. Stieglitz convocó una exposición en su galería de la Quinta Avenida de Nueva York, abierta, a la manera parisina del “Salón de los Independientes”, a los creadores libres y antiacademicistas. Marcel Duchamp, considerado ya entonces como un auténtico genio, decidió contribuir con un urinario, como lo oyen, un simple y feo urinario, pero de manera modesta lo presentó bajo el seudónimo de Richard Mutt, de Filadelfia. Después de analizarlo precavidamente de todas las maneras posibles, los vanguardistas, que no dejaban de ser respetables organizadores, decidieron que aquello era lo que era: un urinario, no podía ser aceptable y lo mandaron a la basura. Cuando Marcel Duchamp se enteró, no sólo montó la de “Dios es Cristo” sino que arrojó a la más humillante de las tinieblas al pobre Stieglitz, que fue tildado de inculto y adocenado burgués por los papanatas que existen en todo tiempo y lugar. Para colmo, tuvo que buscar la obra en el depósito de residuos de la ciudad y nadie sabe si realmente  la llegó a encontrar.

Se trata de un hecho histórico que demuestra que el Arte no es otra cosa que lo que los entendidos quieren que sea, y si son bobos, muchas veces lo son, vamos aviados. Por otra parte, hay una cuestión puramente técnica que es preciso tener en cuenta en la actividad artística de los dos últimos siglos, su decadencia no es más que la estricta consecuencia de la aparición de la fotografía que “produce una deshumanización de la pintura y la escultura que derivan hacia métodos no figurativos y, en definitiva, abstractos", como inteligentemente señalaba Ortega y Gasset en La deshumanización del arte. Desaparece así la necesidad de reflejar con perfección manual los contornos de la realidad. Los seres originales e imaginativos acuden entonces a explicar la naturaleza  de otras maneras, incluso puramente mentales.  Los impresionistas fueron  los primeros que conscientemente se dieron cuenta, y experimentaron con los complejos juegos que se producían en las interacciones entre mente, vista y luz.

Lo que llamamos arte no es más que creación, que no tiene por qué expresar la belleza de Boticelli o los autorretratos de Durero. Puede ser también fea, basta contemplar la Predicación del Anticristo, de Luca Signorelli, en ella se ve  al Demonio aconsejando al Anticristo. Es horror puro y simple, pero conceptualmente nadie duda de su genialidad simbólica. Umberto Eco explicó que la cuestión es seguir un canon, a la manera del que desde el siglo IV a.C estableció Polícleto, en el que se encuentran establecidos las proporciones conceptuales, que pueden incluir sadismo, satanismo, moralidad, belleza y otras casi infinitas, por las que se puede juzgar una obra. Cuando no se ve más que una lata de refresco o un niño defecando, y ni un atisbo de inteligencia, el arte ha desaparecido y queda la decadencia. Ciertamente, la astucia comercial puede presentarla como lo que no es y las masas podrán creérselo.


miércoles, 5 de septiembre de 2018

El síndrome Casares Quiroga. El Mundo. Madrid


Se ha dicho siempre que Santiago Casares Quiroga, Presidente de Gobierno de la Segunda República española tras las elecciones de febrero de 1936, ante las noticias sobre el alzamiento militar de los días 17 y 18 de julio, se negó a reconocer su relevancia imposibilitando la eficaz reacción del aparato estatal. Lo que pudo haber sido un simple “golpe” se convirtió en una guerra, cuyas consecuencias hemos estado pagando hasta estos días. Pues bien, Pedro Sánchez, según noticias de prensa, acaba de anunciar que el conflicto catalán no puede ser solucionado más que con una votación, con el matiz de  que «un referéndum por al autogobierno, no [es] por la autodeterminación». Y si es verdad que los problemas ciudadanos sólo pueden resolverse a la larga políticamente, sería necesario recordar los siguientes datos bien elementales:

Primero.-Desde un punto de vista estrictamente jurídico penal, de tener razón el instructor Llarena, que creo que la tiene de sobra, el Govern sería protagonista de actos de continuidad delictiva que el propio Torra reconoce al remitirse, una y otra vez, a las decisiones de Puigdemont. A la brillantez inteligente de Borell, personaje que desde luego admiramos, no puede haberle pasado desapercibido este dato, tampoco a la bonhomía de Iceta. Si el President y sus consejeros asumieran actos que los tribunales califican de carácter criminal no podrían continuar en sus funciones, es algo que sabe cualquier estudiante de derecho. El Estado español no puede suicidarse.

Segundo.- A la manera de Bertolt Brecht, podríamos advertir que la ocupación de las vías públicas, las intimidaciones, amenazas y demás actitudes coactivas pueden ir seguidas de intentos de paralización del país, y sublevación generalizada. ¿Es que no se ha anunciado  así para la conmemoración de la Diada? Habría que recordar que en los años treinta los movimientos de carácter fascista comenzaron con simples revueltas callejeras. La Dictadura franquista fue aceptada por una parte bien relevante de la población al constatar que la resignación constituía la única posibilidad de sobrevivir. ¿Vamos a permitir el retorno de un fascismo de carácter ahora nacional populista?

 

Tercero.- La marcha sobre Roma, desarrollada entre el 27 y el 29 de octubre de 1922, llevó al poder a Benito Mussolini,  pero la dictadura no fue consolidada hasta el asesinato de Giacomo Matteotti, que tuvo el valor de denunciar desde el Parlamento los continuos actos de ilegalidad de su Gobierno. Las democracias deben defenderse, máxime ante actos como los que se prevén en Cataluña para estos meses de septiembre y octubre. En mi opinión, las medidas del artículo 155 de la CE no debieron haberse levantado. En estricta técnica jurídico penal no existía base para ello.

 

La historia de Cataluña, desde las hazañas de Roger de Flor hasta, no es una paradoja, el coraje de Maciá y Companys, forma parte de la de España. Si Pedro Sánchez la arriesga incidiría en una seria irresponsabilidad.