Nos advertía Hermann Hesse que es imposible expresar con
palabras lo que uno siente en lo profundo de su intimidad, y probablemente sea
cierto. Mucho más grave es que la incomunicación derive del desconocimiento o
de la pura y simple confusión conceptual. Ha dicho Iceta que si más de un 65%
de los catalanes votase a favor de la independencia sería necesario encontrar
una solución. El problema es que parece ignorar las características elementales
del ordenamiento jurídico e, incluso, de lo que pudiera entenderse por Nación,
que ya no responde al romanticismo irracional decimonónico. Cuando Max Weber
escribió “El político y el científico” no pudo imaginarse que en el siglo XXI
los políticos argumentaran sin una idea mínimamente sólida del fundamento de
sus planteamientos. Es bien sencillo:
Primero.-No existen derechos sin sujeto, de tal manera que
el de autodeterminación tiene que tener su correspondiente titular. La cuestión
es que los independentistas nos han generado un enorme problema sin saber
exactamente a favor de quién están reclamando la secesión. ¿Quiénes son
catalanes? Los que, como Torra o Puigdemont, conservan una concepción inmadura e infantil del mundo que
les rodea no sabrán responder de una manera precisa porque necesitarían poseer
nociones jurídicas (ius sanguinis, ius soli…), culturales y antropológicas de
las que carecen.
Si se les dice que Renan definía la Nación como “un sueño
de porvenir compartido” se mostrarán entonces satisfechos sin saber lo que
significa. En la práctica, todo lo contrario de lo que preconizan, pues los
Estados de Derecho representan a ciudadanos cuya patria es la Constitución, es
decir un conjunto de normas que
responden a una misma sensibilidad jurídica y cultural. Por tanto, todos los
españoles somos extremeños, castellanos y vascos a la vez. Pensar que sólo lo
son los residentes en determinada Comunidad, además de provinciano y cateto,
constituye un disparate intelectual. La nacionalidad la define el pasaporte, el
que escribe se ha sentido siempre tan catalán o más que canario o andaluz. ¿Con
que fundamento se me pretende usurpar una exacta condición nacional que adquirí
en el momento de nacer?
Segundo.-Sería absurdo sostener que el deseo de secesión
de un 65% de la población de Cataluña no constituyese un problema. Claro que lo
supondría, implicaría el rechazo del mundo de valores que encarna nuestra
Constitución. Sería suicida no tenerlo en cuenta políticamente, pero lo que no
se podría hacer en ningún caso es prescindir del derecho de decidir que tenemos
el resto de los españoles, tan catalanes como los residentes en Gerona o en
Manresa.
Tercero.- Los independentistas tienen una solución bien sencilla: convencernos a
los demás. Ninguna Constitución, con el mundo de sensibilidades que implica, ha
sido escrita para toda la eternidad. Existen mecanismos bien claros de reforma,
y están a su disposición. Es ridículo pretender utilizar la vía más cómoda para
la independencia prescindiendo del derecho de los demás. ¿Por qué se niegan a
utilizar las fórmulas jurídicas ya existentes? Eso sí, sin trampas como las de
autorizar un referéndum mediante mecanismos que eludan la soberanía de todos y
cada uno nosotros. De manera freudiana, se podría afirmar que los
independentistas lo que pretenden es vencer mediante la humillación.