martes, 22 de septiembre de 2009

La niña de la peineta en campaña electoral

Cuentan las crónicas que, en las elecciones generales de 2016, los partidos políticos españoles, como muestra de su lucha contra el peligroso elitismo, decidieron presentar candidatos sencillos, bien enraizados en el pueblo. Al parecer, el fenómeno se había iniciado cuando una formación, presidida por una tal Rosa Díez, que decía preconizar la renovación y la seriedad, inicio contactos con un televisivo pastor evangélico, conocido por sus sermones bienintencionados y correctos. Todos estaban conformes en que ya era hora de que el poder pasase a manos de la gente corriente, olvidándose de los antiguos dirigentes, pesados e insufribles.

El Partido Popular, después de honda reflexión, escogió a la denominada “Niña de la Peineta”, famosa por su salero y encantos, que estableció como primer punto de su programa el objetivo de que todos los ciudadanos vistiesen obligatoriamente a la manera española: las mujeres con traje de flamenca, y los hombres de corto, y sombrero cordobés. Se dice que sus mítines tuvieron un éxito loco, a lo que contribuyó el hecho de que entonase siempre distintas coplas, para los que estaba especialmente dotada. A su influencia, parece que se debe el retorno en nuestro país de los paseos a caballo para acudir a espectáculos de carácter público.

El Partido Socialista, deseoso de mostrar su talante de izquierdas, optó por Pepe, “el pacifista”, de espíritu beatífico, conocido por sus proyectos de paz perpetua, consistentes en licenciar todo tipo de fuerza armada para sustituirla por grupos ecologistas dedicados a difundir el amor por el medio ambiente. Es verdad que su popularidad derivaba también de la asidua participación en programas televisivos del corazón, donde había destacado por la enorme variedad de sus conquistas así como la gracia de los chismes con los que entretenía a la audiencia. Era además titiritero, lo que elevaba su prestigio.

Se desarrollaron dos debates moderados por un tal Peñafiel, algo cascado, pero con habilidad para amenizar, con anécdotas relativas a la vida amorosa de los candidatos, la exposición de sus planteamientos. No ha quedado constancia del resultado, con seguridad muy reñido. Sí se recuerdan extrañas incidencias, como el hecho de que, durante la campaña, aumentó considerablemente la afluencia a centros psiquiátricos de intelectuales aquejados de distintos grados de desequilibrio nervioso. Se cuenta también que un raro ejemplar de filósofo marxista decidió quitarse la vida, de manera bien violenta, e histérica, por el procedimiento de golpearse en la cabeza con una bombona de butano. Sus últimas palabras fueron: “las leyes de la dialéctica adolecían de un error de consideración”. Nadie supo qué quiso decir, probablemente desvaríos…

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