martes, 24 de marzo de 2009

Mente criminal

Josef Fritzl ha reconocido todos los cargos de la acusación: incesto, homicidio imprudente y secuestro. Sus actos han producido enormes daños a la familia, quiebran las reglas básicas de funcionamiento de la sociedad, y su libertad sería peligrosa. En consecuencia, merece la cadena perpetua solicitada; es una manera de proteger a futuras víctimas y advertir frente a la repetición de similares conductas. Pero, ¿es un monstruo? Hace unos días, los medios de comunicación se complacieron en publicar la foto de sus ojos. Pretendían reflejar el horror, pero en el fondo inspiran también una enorme piedad.

Todos los criminales, por abyectos que pudieran parecer, son hombres que padecen nuestras mismas desgracias: miedo, soledad, angustia…Sin embargo, desde el mismo momento en que su delito es reconocido, son deshumanizados pues la sociedad los convierte en la personificación del mal: animales que es legítimo eliminar. El internamiento en prisión es un simple fruto de la racionalidad jurídica, lo verdaderamente grave es el proceso inconsciente por el que se les arroja del mundo de los seres normales. Carecen del más mínimo derecho a la intimidad, pues todos y cada uno de sus gestos van a ser diseccionados por un público que operará a la manera del entomólogo, cuando analiza una especie particularmente singular y dañina.

Los más nimios detalles de su personalidad serán escrutados con la metodología que proporciona el análisis sociológico, cuando en realidad lo que la mayoría de las veces se da es morbo y crueldad. En la primera sesión del juicio, Fritzl intentaba ocultar su rostro con un libro. Actuaba como lo hacen los miembros de las tribus primitivas que creen que su alma puede ser arrebatada por la cámara. Sólo que, en este caso, es verdad; el entero universo mediático le va a hacer perder hasta el último resto de dignidad, con olvido del consejo que nos dio Rousseau: “el hombre es demasiado noble para ser un simple instrumento de los demás”. Por muy grave que puedan ser sus actos, el criminal conserva los mismos sentimientos que el conjunto de la humanidad: está asustado y busca compasión.

Hay crímenes especialmente repugnantes que el Estado debe erradicar, llevando a la cárcel a las personas que los cometen no sólo por razones de utilidad, evitar su extensión, también de castigo y ejemplo. Pero los delincuentes tienen ojos que miran con el desamparo que puede experimentar cualquiera de nosotros. La foto de Fritzl ha sido universalmente exhibida: es un animal acosado, que ha dejado de pertenecer al género humano. La policía dice que es objeto de observación para evitar el suicidio. Es absurdo, ya ha dejado de vivir.

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