jueves, 4 de octubre de 2018

En defensa del Estado, elecciones. El Mundo. Madrid


La cosa juzgada era capaz de convertir lo blanco en negro y lo cuadrado en redondo, al menos así lo creían los juristas medievales. Los independentistas catalanes son más peligrosos, llaman ultimátum a lo que es la continuación de un golpe de estado institucional más sutil que aquellos que describía, en los años treinta del pasado siglo, el fascinante escritor Curzio Malaparte. Cuando Pilsudski, Primo de Rivera o Mussolini dieron los suyos nadie lo dudó. El problema es que Pedro Sánchez, ahora, no sea capaz de reaccionar a tiempo o nos quiera engañar con el lenguaje, lo que sería una auténtica irresponsabilidad por elementales razones:

 

Primero.-Un Gobierno que dice representar al pueblo español no puede mantenerse por los votos de un movimiento independentista que pretende destruir el régimen constitucional y fragmentar el Estado. Además no lo ocultan, lanzan advertencias con plazo. La moción de censura sólo podía estar justificada por razones éticas, eso dijeron. Pretender gobernar a fuerza de novedades teatrales, sin programa, y con la garantía de los antisistema no es un error, es una inmoralidad. ¿Qué diría Julián Besteiro?

 

Segundo.-Un Presidente de Gobierno, para conservar el poder, no puede renunciar a la política exterior. ¿No se da cuenta que por primera vez en siglos España puede maniobrar con respecto a Gibraltar? No es capaz de hacer nada porque nuestra posición es singularmente débil por temor a los chantajes derivados de Cataluña. ¿No se han enterado tampoco de los problemas existentes actualmente en Melilla? Sin presencia internacional, un país como el nuestro perderá posibilidades reales de jugar a favor de sus intereses. ¿Qué diría Juan Negrín?

 

Tercero.-Resulta suicida, de otra parte, que para no convocar elecciones se renuncie a la presencia de la Jefatura del Estado en Cataluña. Si se acepta, de hecho estamos legalizando la Republica. Es un problema puro y simple de inteligencia política, pero también de dignidad. ¿Cómo se puede dejar solo a Felipe VI tratándolo de apestado? ¿Les da vergüenza o tienen miedo? No puede limitarse la Monarquía al resto del Estado español, si lo hacen legalizan el golpe. ¿Qué pensaría Fernando de los Ríos?

 

No se puede gobernar por razones de ego personal, o para conservar a toda costa el poder. Ni tampoco cabe reunirse con Trudeau, por cierto sin tener la menor idea de la decisión del Tribunal Supremo canadiense sobre Québec, mientras en España unos y otros, también una poco responsable oposición, se dedican a mezquindades de todo género mediante la práctica ruin de las delaciones y calumnias. La desgraciada conclusión es que carecemos del estilo y la grandeza de ánimo que siempre nos pidió Ortega. Si Pedro Sánchez no es capaz de inspirarse en antecesores como Felipe González, Alfonso Guerra o Ernest Lluch, que bien amaba a Cataluña, lo que debería hacer es convocar inmediatamente elecciones o se cargará este país

 

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