Los independentistas nos
advierten que ninguna Constitución puede atar para siempre a las generaciones
que se suceden en el tiempo; entre otras razones porque la legitimidad jurídica
nada puede frente a la democrática, única esencial. De manera altanera, despreciativa
también, pretenden recordarnos que la voluntad del pueblo catalán no puede ser
condicionada por una legalidad que no les representa. En el fondo, no conocen
el sentido exacto de los términos. La palabra democracia viene del griego, y no
significa otra cosa que poder del pueblo. Pero, ¿de cuál? Tan pueblo es el de
Sabadell como el del conjunto de Cataluña. Los segundos podrían
autodeterminarse, los primeros no. ¿Por qué? Yo nací en Tánger, ciudad
internacional, ¿no tendríamos los tangerinos, marroquíes y europeos, derecho a votar por
nuestra internacionalidad?
¿Cuál es el sujeto
del derecho de autodeterminación? Sin resolver este problema, cómo puede
abordarse algo de tanta trascendencia. Los partidarios de la Esquerra nos dirán
que ese sujeto se encarna en los ciudadanos que residen en dicha comunidad, sin
ninguna restricción. ¿Cuál sería la razón para que no puedan votar los que, por
trabajo o necesidad, se encuentran censados en el extranjero? No hay ninguna
desde el punto de vista moral, es más sería injusto que no pudieran participar
en una decisión que afecta a su existencia como ciudadanos. Es algo elemental,
¿verdad? Pues si lo es todos los españoles tendríamos que votar en un referéndum
secesionista, pues somos catalanes, vascos, murcianos, canarios y andaluces a la vez. A diferencia de la
Francia jacobina, España constituye una nación de naciones, como de manera algo
cursi se dice, que a todos nos engloba.
En un interesante
artículo publicado a finales de los setenta, Amparo Rubiales, hablando del
concepto de nación, dijo que constituía una realidad que existía en cuanto de
manera estrictamente subjetiva quería existir. Pues bien, yo me siento catalán
como deben sentirse absolutamente todos los españoles por el hecho evidente de
que la realidad de nuestro Estado se creó con la unión de Castilla y Aragón.
Los independentistas son tan tontos que no se dan cuenta que España son ellos;
en realidad si se separan destruyen un concepto que surgió con aquella unión.
Desde niño me
enseñaron que ser español significaba participar de una herencia americana y
musulmana que se combinaba con otra, de vocación profundamente europea,
extendida por todo el Mediterráneo hasta Grecia. Si renuncio a una de ellas, me
despojo de mi propia historia y no quiero que otros decidan por mí. Por tanto,
si se organizara un referéndum de autodeterminación, lo advierto desde ahora,
exijo mi derecho a participar. Otra cosa sería una barbaridad.
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