Hace ya muchos años,
todavía en el franquismo, un familiar mío asistió a una reunión convocada por
la asociación de padres de un colegio sevillano para tratar de cuestiones de
carácter moral y educativo; por la razón que fuera el acto tenía cierta
trascendencia y la concurrencia fue masiva. Era bastante conocido tanto por su
trayectoria personal como por su profesión y publicaciones. Además, alguno de
sus hijos había padecido cárcel por pertenecer a un partido de izquierdas. Tomó
la palabra y, casi inmediatamente, fue objeto de insultos y abucheos de enorme
violencia. Después nos enteramos de que entre el público se encontraba más de
un miembro de la policía política, la Brigada de Investigación Social. No le
dejaron hablar, le llamaron rojo y comunista con un odio de tal naturaleza que
impactó en su pobre mujer, que lloraba asustada. Eran unos fascistas, y como
tales se complacían en el daño personal, no sabían dialogar.
La gente que no es
capaz de oír chilla y, cuanto más miedo le da la opinión del contrario, más se
desgañita. Observen a los presos de ETA en la Audiencia: se ríen o gritan
porque no quieren enfrentarse con su propio rostro tal y como lo describen los
testigos. Hacen ruido para no tener que recordar lo que han hecho. Los
franquistas lo tenían claro, si tus palabras eran peligrosas corrías el riesgo
de que te llevaran a la cárcel, el mejor modo de silencias a los demás. Al
menos no engañaban a nadie pretendiéndose progresistas. Amaban la dictadura, no
mentían. Es cierto que los titulares de
los poderes públicos se equivocan, a veces mucho, pero siempre tienes la vía de
la oposición a través de la prensa y las manifestaciones públicas. Cuando un
gobernante es malo, los países civilizados lo cambian y punto. Si lo amordazas
es que no tienes capacidad suficiente para discutir con él.
Los que
impidieron ayer las palabras de Wert deben ser seres muy primitivos, anteriores
desde luego a la Ilustración burguesa. Hoy día todo el mundo sabe que las
convicciones de los hombres se desvanecen con el tiempo. Entonces, ¿cómo estar
seguros de que estamos en lo cierto? En pura lógica, el perseguido puede
decirle al perseguidor: ¿por qué estás tan convencido de que eres tú el que
tiene razón y no yo? Y la respuesta, todo lo absurda que se quiera pero
dominante durante siglos, muy simple: porque Dios está conmigo. La consecuencia
se refleja en las palabras de San Agustín: "Hay una persecución ilegítima,
la que los impíos hacen a la Iglesia de Cristo; y hay una persecución justa, la
que las Iglesias de Cristo hacen a los impíos...La Iglesia persigue por amor,
los impíos por crueldad". La miseria moral del hombre le hacía incapaz de
ponerse en el lugar de los demás. Parece que los alborotadores de ayer se
encuentran en la misma situación mental.
¿A qué viene ese
grado de violencia? La política, también la relativa a la enseñanza, es
compleja, caben muy distintas opciones. Pero los que defienden sus posiciones con
chillidos son seres groseros, desde luego no son demócratas y menos de izquierdas.¿Alguien
se puede imaginar a Fernando de los Ríos boicoteando un acto electoral?
No hay comentarios:
Publicar un comentario