sábado, 25 de febrero de 2012

Urdangarín en la jaula

Es evidente, si se demostrase cierta, que la conducta de Urdangarín en su empresa fue singularmente antiestética, cateta sin más; presumir de sus contactos con el Rey no parece muy elegante. Si constituye o no delito es una cuestión que dependerá de la calificación por los tribunales de justicia. ¿Por qué actuó así? Puede que por complejo, queriendo demostrar la propia valía. Tal vez por pura y simple codicia. Es posible, simplemente, que sea un niñato convencido de que todo se le perdonaría por ser el marido de Doña Cristina. Puede que por una suma de todas estas cosas y de otras más, incluso, si no es muy listo, cabe que fuera utilizado por alguno de los pícaros que se le arrimaron, lo que no sería nada extraño.

Siempre se ha dicho que la justicia deja de serlo cuando su reacción convierte al verdugo en víctima. Y la verdad es que, cuando se le ve corriendo por las calles como alma en pena ante la aparición de una cámara, cualquier persona sensible no puede por menos de sentir piedad, aun cuando sólo fuera por lo ridículo. El Tribunal Europeo de Derechos del Hombre tiene dicho hasta la saciedad que una persona desesperada plantea su defensa con una voluntad considerablemente disminuida. A Urdangarín lo ha apartado de la circulación, por conveniencia desgraciadamente lógica, su propia familia, está siendo objeto de escarnio por la “telebasura”, y no puede acercarse a un supermercado sin que le asalten por todos lados. El mundo entero presume su culpabilidad sin tener la menor idea del sumario. En estas condiciones, ¿cómo se defenderá?

Su situación me recuerda a la de la amiga o la mujer, no lo puedo precisar, de Roldán cuando compareció a declarar en el Juzgado. Rodeada por los medios de comunicación, no podía avanzar. Mientras la empujaban, y hacían fotos, fue sometida a las preguntas más hirientes que cabe imaginar. Su compañero podía ser un sinvergüenza, y así quedó para la historia, pero no es posible la vida en sociedad sin un mínimo de humanidad. Se tenga o no, presumimos de vivir en un Estado de Derecho. Es falso de toda falsedad, cuando la gente no puede desarrollar su defensa con tranquilidad es que han desaparecido las mínimas garantías.

Se dirá que Urdangarín es poderoso, y merece la crítica. Tampoco es verdad, desde que las acusaciones fueron filtradas, una enorme irregularidad, está en peor situación que el más humilde de los ciudadanos. En este país, singularmente cruel, muchos perseguidos fueron exhibidos en jaulas, caso de El Empecinado, hasta su ejecución. La humillación de los demás proporciona una enorme satisfacción a los ruines, les consuela de su propia inanidad. Son sádicos.

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