sábado, 11 de febrero de 2012

Después de los Dioses

El sacerdote egipcio Manetón nos dice: “Después de los dioses y los semidioses, viene la primera dinastía con ocho reyes. Menes fue el primero. Condujo a su ejército a través de la frontera y se ganó la gloria”. Como él, todos los faraones pretendieron vivir para la eternidad, y sólo dejaron un montón de piedras. A los dieciséis años mi padre me aconsejó que abordara el estudio del mundo clásico. No le hice caso, lo que me interesó entonces, y durante muchos años, fue la revolución francesa y la historia contemporánea. Un error, cuanto más te adentras en las raíces del tiempo más te das cuenta del carácter infantil de nuestra cultura. El sumerio Gilgamesh se consolaba diciendo: “Pero si caigo alcanzaré la fama. Y la fama será eterna”, ¡pobre iluso! Al final, a todos nos espera el polvo y el olvido.

Probablemente Herman Melville no había leído los clásicos, si lo hubiera hecho no se hubiera atrevido a decir que “nosotros los estadounidenses somos un pueblo singular y elegido, el Israel de nuestra época; Dios ha predestinado, y así lo espera la humanidad, grandes cosas de nuestra raza”. No existe ningún pueblo elegido, todos mueren. Se ha dicho que la civilización sigue una línea de este a oeste: Grecia, Roma, España, Gran Bretaña, los Estados Unidos… ¿Y ahora? Fue tan brillante la presidencia de Kennedy que en forma bien soberbia se habló de un nuevo Camelot con sus caballeros de la tabla redonda. Pero Lancelot murió, y los Estados Unidos experimentan ya la sombra de la decadencia.

Hace unos días se ha celebrado el congreso del PSOE y pronto tendrá lugar el del PP. Tanto Carmen Chacón como Rubalcaba se hartaron de afirmar que lo que estaba en juego era un debate de ideas. ¿Cuáles? ¿Se trató, por ejemplo, de la validez de los mecanismos actuales de representación política, o de la misma utilidad de los partidos? Por supuesto que no, ni siquiera de los problemas que nos va a plantear el futuro encaje de Cataluña o Euskadi en el estado español, lo que ya es el colmo. Se habló, eso sí, de renovación, pero los portavoces de una y otra candidatura son los mismos de generación en generación. ¿Entonces? Mucho me temo que algo similar pasará en el del PP.

Todo pasa, lo hacen las ideas y mucho más rápidamente los hombres Poco puede importar que la secretaría general de un partido político español, en los comienzos del siglo XXI, la ostente una persona u otra cuando todas parecen incapaces de abordar el problema central de nuestra época: la destrucción de un mundo conceptual que se inició con la revolución francesa y las declaraciones de independencia americanas. Los individuos son pura vanidad, sobre todo si no se dan cuenta del papel tan ridículo que juegan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario