sábado, 5 de noviembre de 2011

Espectáculo morboso

¿Es conveniente acudir a los medios de comunicación en el caso de desaparición de tus hijos? La pregunta se ha planteado muy recientemente por una cadena de televisión. La respuesta debe ser radicalmente negativa. Utilizarlos para difundir sus fotos, o pedir auxilio, por supuesto que sí, pero para nada más. Hay una razón elemental: el contacto con las cámaras fomenta el exhibicionismo, altera los propios mecanismos de conducta de los afectados. Al final, los padres terminan trastornados no sólo por el hecho, en sí dramático, que han vivido sino también porque se convierten en actores a la fuerza sin estar preparados para ello. Su ego se desequilibra; no saben cuál es exactamente su papel. ¿Expresan exclusivamente dolor, o participan en una lucha social? ¿Cómo comportarse ante el ojo inquisitivo, y vigilante, del público? Si no son suficientemente fuertes, corren el riesgo de caer en la más absoluta confusión mental, y no harán mas que experimentar  sufrimiento añadido.

Pero es que, además, los medios no actúan gratuitamente, lo que necesitan es llevar al extremo un negocio que proporciona jugosos rendimientos. Hoy día, la noticia carece de interés si no va acompañada de morbo, sexo o escándalo. Cuanto más horrible sea el delito más se venderá. En consecuencia, necesitan contar con las víctimas y desnudar sus sentimientos. Los matices no valen, sólo la contemplación circense del mal ajeno. Y todo ello con daño absoluto de la Justicia, y de la serena represión del crimen. Durante siglos, la Inquisición concibió el castigo como un espectáculo público en el que el delincuente era llevado al cadalso ante una muchedumbre sedienta de sangre y horror. De lo que se trataba era de conseguir la humillación de los pecadores, y de provocar el pánico de  los demás.

A partir de Beccaria todo cambió, los sambenitos quedaron desterrados, y el ordenamiento punitivo iba a estar presidido por la idea de racionalidad. El Derecho quedaría separado de la Religión, y no se impondrían más penas que las necesarias para prevenir el delito, de manera proporcionada al hecho cometido. Los Tribunales de Justicia presididos por la idea de imparcialidad y la sujeción a la norma jurídica han sido una de las más grandes conquistas de los tiempos modernos. Desgraciadamente, no sólo están siendo objeto de sistemático desprestigio, lo más grave es que se pretende sustituirlos  por los “juicios de papel”.

Un pueblo inculto, sediento de emociones fuertes, y soez  quiere hacerse nuevamente dueño de la condena de los malvados, lo que quiere decir simplemente que volvemos a la Edad Media y a la hoguera.  



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