martes, 24 de mayo de 2011

El sexo de las moscas

Decía Oscar Wilde que “las vidas privadas de hombres y mujeres no deberían estar expuestas al público. El público nada tiene que hacer con las vidas ajenas”. En el mismo sentido, y bien irónicamente, Vicente Verdú denunció hace algunos años que “nunca se ha insistido tanto [como hoy] en escudriñar la vida sexual de los animales, incluidas las moscas”. Es algo enfermizo porque sobre la idea de dignidad personal ha sido contruida nuestra civilización, por el contrario nos complacemos con lo morboso. Y el resultado de este interés no puede ser más nefasto para las diarias víctimas de informaciones torticeras, infames o que recaen sobre extremos que, por su propia naturaleza, no deberían ser tratados. ¿Nos estaremos dirigiendo a un tipo de sociedad que no va a estar basada sobre los individuos?

Hace pocos días, leí una entrevista con un científico chino de fama mundial en la que aseguraba que el mundo se dirigía hacia la creación de un gran cerebro colectivo mediante la conexión de todos los datos informáticos. Las aisladas características personales ya no tendrían ningún valor, ¡qué semejante al Gran Hermano de Orwel! Ser diferente sería inútil más que indecente, por el contrario Rousseau de manera orgullosa había proclamado: "Estoy hecho de modo distinto a cualquier otra persona que yo conozca; diría, incluso, que no hay otro en el mundo como yo. Quizá yo no sea mejor, pero al menos soy diferente". En su opinión, ser hombre significaba ser original, entre otras razones, porque la esencia de todos y cada uno de los seres humanos es su pretensión de ser únicos e irrepetibles.

A lo largo del siglo XX, los totalitarismos europeos pretendieron, ya sea de manera consciente o inconsciente, la eliminación del alma individual, y superficialmente podría decirse que fracasaron pues comunismo y fascismo han dejado de existir. Cabría preguntarse, sin embargo, si las sociedades modernas no estarán asistiendo al mismo proceso bajo la forma de una intensificación de la capacidad de crítica. Las libertades expresivas sirvieron en su momento para el intercambio de experiencia e información, consiguiendo un fantástico desarrollo del mercado. ¿No estarán siendo utilizadas ahora para reafirmar la radical igualdad, en el mal, de cada uno de los individuos?

Todo debe ser sacado a la luz, pues el secreto sería pecaminoso. Los instrumentos de información, que nacieron para la libertad, se están convirtiendo en control policíaco para la uniformidad. ¿Por qué interesan tanto los escándalos protagonizados por personajes de cierto relieve? Porque demuestran que la excelencia no existe, todos seríamos iguales y sucios. Torquemada se reirá desde la tumba, tenía razón.

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