martes, 17 de mayo de 2011

El Dios español

Siempre es bueno acercarse al Prado, háganlo estos días. La exposición sobre “el joven Ribera” permite contemplar su “Coronación de espinas”, pertenece a la Casa de Alba, no hay nada semejante en la pintura universal. Aunque no bien situado en la sala, contemplen el rostro de Cristo: les está mirando fija y profundamente sin un mínimo de bondad. Parece conocer hasta el último de nuestros pensamientos, y no le merecen piedad. Portadores de la marca del Maligno, hemos nacido con un “pecado original” y nos vigila. Es tan duro que no reúne los caracteres de la humanidad, un ser omnisciente y justiciero que amenaza con lo que sabe. Aparte de la zozobra que provoca, constituye la más perfecta expresión del entendimiento de Dios que hemos tenido los españoles.

La Inquisición no fue un invento nuestro, es cierto, pero arraigó aquí de manera tan perfecta que hubo que esperar a la invasión napoleónica para que fuese suprimida por primera vez. Durante siglos, los españoles hemos sido seres sospechosos en cuanto por naturaleza participamos de la esencia del mal. Sus prácticas no respetaron nunca la intimidad individual porque no la valoraban. No era un producto de Dios, sino del Demonio, y todo el mundo era culpable de tal manera que los procesos podían seguir aun cuando se demostrase la inocencia por una concreta acusación, con toda seguridad sería cierta por otra. Nadie se rebelaba, en el fondo todos sabían que los inquisidores tenían razón.

Los seres que no se respetan agudizan su crueldad con los demás, una de nuestras características más señaladas. ¿Por qué no leen “El holocausto español” de Paul Preston? Es una obra parcial sin duda, pero exhibe hasta el límite la bestialidad de un pueblo pretendidamente civilizado en pleno siglo XX. Es cierto, los franceses se comportaron de la misma manera durante su Revolución, pero con la importante diferencia de que lo hicieron cerca de ciento cincuenta años antes, toda una historia. Aún hoy, la lucha política no se desenvuelve en el terreno de las ideas sino de la delación. Resulta mucho más fácil llevar a la gente a la hoguera que vencerla con argumentos, a lo mejor porque todos son conscientes de que no tienen ninguno.

El arte religioso italiano nos exhibe imágenes bellas, las Vírgenes de Rafael son pura y simplemente hermosas, me atrevería a decir que sensuales. Es lógico, en el Renacimiento el hombre fue concebido con las mismas características de Dios, cuyas obras por esencia debían ser buenas. España es trágica, siempre hemos creído que somos creación del Demonio, y nos despreciamos.

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