martes, 20 de julio de 2010

Políticos cuánticos

Se dice que Einstein afirmó de manera enérgica que “Dios no juega a los dados”, rechazando las conclusiones de la física cuántica por introducir un factor de azar en el cosmos que lo hacía incomprensible. Sería absurdo pensar que somos fruto de la pura casualidad. El paso del tiempo no termina de darle la razón, todo lo contrario, no sabemos nada de un universo que parece existir y no existir al mismo tiempo, como si fuera un producto de la ciencia ficción. Sólo la teoría de las “supercuerdas”, tan apasionadamente descrita por Brian Greene, está en condiciones de llegar algo a captar, aunque sea a base de admitir dimensiones ocultas a la realidad, que el ojo humano no puede percibir.

No es difícil sacar la conclusión de que nuestro mundo es absurdo; algo loco también, lo que puede hacerlo más atractivo. Sin embargo, hay gente que no tiene dudas y se comporta con una aplastante seguridad. Por ejemplo, el día de la manifestación catalanista, un periódico tan serio y respetable como La Vanguardia se atrevió a titular su primera página, a grandes caracteres, con la palabra “provocación”. Se refería al hecho de que el Tribunal Constitucional hubiese publicado la sentencia completa sobre el Estatuto el día anterior, lo que constituiría una grave y humillante ofensa para todos los catalanes. ¿Deliran? ¿No son capaces de darse cuenta que cualquier tribunal está obligado a hacer conocer sus resoluciones a la partes y a los ciudadanos?

Cabe la posibilidad de que los españoles, incluidos desde luego los del norte, vivamos en una dimensión particularmente oscura, incluso tenebrosa, que ni siquiera los teóricos de las “supercuerdas” han llegado todavía a imaginar. Desde un espectro ideológico opuesto al de los nacionalistas, la percepción de las cosas empieza a sufrir también graves signos de distorsión. Así, un Partido que tuvo representantes de tanta categoría intelectual en Cataluña como Alejo Vidal-Quadras o Josep Piqué utilizan ahora a jóvenes en los inicios de su formación intelectual. ¿No se dan cuenta que la burguesía catalana destaca en España por su desarrollo y educación? Cómo se va a sentir representada por unos chicos, chicas también, a los que incluso se puede calificar prudentemente de un poco alocados.

Somos polvo de estrellas acostumbran a afirmar los románticos, un poco cursis, de la astronomía. Hay que reconocer que elevarse desde ese estado a la claridad de ideas constituye una labor singularmente difícil. En España hemos creado un Estado de la Autonomías pura y exclusivamente para eludir el problema catalán, y al final éste nos estalla. Zapatero quiere arreglarlo a base de chapuzas, cree que domina el azar cuántico, ¡siempre ha sido un soñador!

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