sábado, 27 de abril de 2013

¿Qué nos pasa?




Un importante miembro del Poder Judicial se ha descolgado con unas declaraciones sobre los “escraches” que, probablemente mal interpretadas, han fortalecido la posición de quienes sostienen que es una práctica totalmente legal. Ciertamente, el derecho de manifestación tiene un carácter fundamental que nadie puede discutir. Sin embargo, me gustaría reflexionar sobre la intimidación que supone el simple hecho de convocar un acto ante el domicilio de una persona, no una institución, en protesta contra la misma. ¿De verdad carece de toda relevancia penal? Y los actos qué pueden producirse a continuación, desde insultos hasta vejaciones de toda índole, ¿tampoco la tienen? Me da la impresión de que debería ser más cauto en sus palabras, los medios de comunicación no suelen destacar por los matices de sus noticias. Hasta hace pocos años, en la Escuela Judicial te enseñaban que un Juez debería limitarse a hablar a través de sus sentencias.

Por otra parte, un representante del pueblo se ha dado el placer de un parcial striptease, de nulo interés erótico desde luego, en el hemiciclo del Congreso de los Diputados. Al parecer, dice ser de un partido de izquierdas. ¿Se imaginan lo que pensaría Dolores Ibarruri de tamaño espectáculo? No duraría en su formación ni media hora, pues si ha habido un partido serio en España ha sido el de ella. En la ejecutiva del PCE estuvieron personalidades de la talla de Santiago Carrillo, Jorge Semprún y Fernando Claudín, jamás hicieron el ridículo. Algunos de ellos fueron depurados precisamente por su falta de frivolidad. ¿Por qué este hombre no se dedicará a estudiar? Podría hacerlo sobre lo que más le parece interesar: las implicaciones sociológicas de los procedimientos hipotecarios. Sería más útil.

Nuestros respetables conciudadanos, por su parte, se vienen dedicando al barato deporte de insultar a los políticos como si se tratase de una actitud bien digna y valiente. Y la verdad es que nuestros representantes no destacan ni por su inteligencia ni seriedad, para colmo a veces tampoco por su honestidad. Pero hay una cosa que tengo clara: no son mejores ni peores que el resto de los españoles, los reflejan muy bien. Al parecer, hemos llegado a una situación en que la enfermedad, la bancarrota y el fracaso son siempre culpa de los demás. A veces lo son, pero no es infrecuente que su origen se encuentra en la propia culpa personal.

Lo único cierto es que la democracia representativa, su mundo de valores, está en crisis. El Parlamento constituyó el símbolo de la libertad, hicieron falta muchas generaciones para que se pudiera consolidar, algo que muchos niñatos no parecen saber. Por eso, lo quieren matar.

2 comentarios:

  1. Estimado Plácido:
    El problema no creo que esté en la institución parlamentaria en sí, que es un foro de debate sobre los proyectos políticos para una sociedad. El problema está en que los miembros del Parlamento ya no siguen el mandato de la ciudadanía, sino el de los dirigentes de sus partidos. Los partidos políticos, dirigidos por una oligarquía de personas que no consiguen defender los ideales que representan, controlan no sólo la institución parlamentaria sino también la cúpula del Poder Judicial, los órganos de control y auditoría, la televisión pública, y un sin fin de organizaciones. ¿Y con qué mandato, con el popular o con el mandato de los poderes fácticos?
    Si van a seguir dictando las políticas los mismos, ¿para qué se inventó el Parlamento?

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    1. Es que los mismos, a pesar de que en el mundo de las apariencias no sea así, somos todos nosotros. La dictadura de la burguesía ha sido sustituida por otra peor, la de todos y cada uno de nosotros. Vivimos un cambio de civilización; en mi opinión hay que pararse en el camino y pensar.

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