sábado, 23 de junio de 2012

¿Es inocente Dívar?


Si hay algo que tengo claro en el caso Dívar es que no me siento representado. Para ser Presidente del Tribunal Supremo de un país como España pienso que se debe tener la categoría de Antonio Hernández Gil. Pero como aquí lo importante es no crear problemas ni poseer una brillantez capaz de dejar en ridículo la mediocridad de la inmensa mayoría de nuestras autoridades, parece lógico que fuera propuesto por Zapatero, era un personaje que convenía. Por otra parte, hay que reconocer que es una vergüenza gastar el dinero público en vacaciones caribeñas o hawaianas, aunque me da la sensación de que su propia falta de nivel le ha impedido defenderse bien. Otros lo hubieran hecho mucho mejor, pues creo que contaba con elementos para ello. 

Dejando aparte lo anterior, que reconozco que me puede servir de excusa para lo que sigue, lo cierto es que todo lo que está ocurriendo demuestra el verdadero carácter de nuestra sociedad. En el fondo, lo que se ha aireado por los medios de comunicación y las tertulias barriobajeras es el hecho de su formación cristiana y la pretendida contradicción con las cenas que protagonizó con un individuo de su mismo género, para colmo policía o guarda personal, lo que ha llevado la maledicencia a sus extremos más groseros. Basta con haber seguido los programas de televisión dedicados al caso, algunos pretendidamente serios, para deducir el verdader talante de los acusadores. Si Dívar ha tenido una formación cristiana, no hay nada malo en ello; al contrario, constituye un timbre de gloria en un mundo tan inmoral. 

Por otro lado, si comió con un señor, al que han fotografiado desde todos los ángulos en una muestra de lo que entiende este país por derecho a la intimidad, tenía pleno derecho a hacerlo, cosa distinta es quién lo pagó. ¿No estamos hartos de decir que debe respetarse la libre orientación sexual? Además, ¿cómo se puede ser tan ruin para derivar de ello cosa distinta que el placer compartido de una buena mesa? En el fondo, en este asunto estamos demostrando el nivel de maldad, bajeza y represión que seguimos teniendo los españoles. Parece que hemos vuelto a los años cuarenta cuando una señorita de buena familia no podía compartir mantel con un caballero sin que las malas lenguas presumieran que había otra cosa. 

El problema de Dívar es que en sus manifestaciones públicas se ha mostrado como lo que es: un individuo de escasa talla intelectual, inapropiado para presidir el Tribunal Supremo. Pero de eso quien ha tenido la culpa es Zapatero, también los políticos populares que lo aceptaron. Con tal de eliminar a personas que destaquen, nuestros políticos son capaces de elegir a cualquiera. Voy a huir a Tananarive, allí no destruyen reputaciones ajenas por morboso placer.

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