martes, 15 de febrero de 2011

Añoranza soviética

Nos movemos en función de prejuicios, y nunca es más cierto que con respecto al Islam. A lo mejor, los escépticos estamos equivocados, por fin un viento de libertad está soplando por el mundo árabe. Sin embargo, tengo dudas y bien fuertes: la separación entre la ciudad de Dios y la de los hombres está arraigada casi genéticamente en nuestra civilización, encuentra su base en el “dad a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”, recomiendo leer a Anthony Pagden. La comunidad musulmana, la “umma”, nunca ha sido capaz de establecer una distinción de ese género. Incluso, si juzgásemos lo que ocurre en Egipto con criterios estrictamente políticos, habría que advertir que sobre la miseria nunca se ha construido una democracia, los procesos revolucionarios sólo fueron capaces de generar el terror, basta con recordar la Convención.

Por desgracia, de todo lo que ocurra seremos responsables nosotros, los occidentales. ¿Por qué no ven, si no lo han hecho ya, la película “La guerra de Charlie Wilson”? Fueron los norteamericanos, sus servicios secretos apoyados por importantes sectores del Congreso, quienes ayudaron a los mujaidines de Afganistán con armas y aporte de dinero. El objetivo no podía ser más evidente: debilitar a la Unión Soviética, y tuvieron tal éxito que el comunismo desapareció de la faz de la tierra, sus epígonos ya no cuentan. Sin embargo, poca gente es consciente de que en el gobierno afgano estaban representados sectores importantes de la burguesía del país, que llamaron a los rusos en sus esfuerzos de modernización contra el salvajismo de los “patriotas”.

Paradójicamente, los soviéticos estaban ayudando a “los nuestros”, que una vez derrotados fueron llevados a la horca pública con una crueldad que no recibió ninguna repulsa moral. La razón genera monstruos, efectivamente, y nunca más claro que en esta ocasión: los atentados contra las torres gemelas, y los de Madrid y Londres han sido su resultado. ¿Nadie se ha dado cuenta? Nosotros mismos hemos creado la locura integrista, y ahora no sabemos cómo solucionar el problema. Los principios que sirvieron de base a la Unión Soviética, su práctica es cosa distinta, son los mismos sobre los que se ha creado la civilización occidental: Marx, pura filosofía alemana, no es otra cosa que el producto final de Newton y Descartes.

Hemos destruido un mundo inspirado en los mismos valores, para crear otro que desprecia nuestra “decadencia e inmoralidad”, y quiere retroceder a una dorada Edad Media sometida a los designios del Profeta. A lo mejor, es una falsa alarma y los demócratas musulmanes se imponen, todo es posible pero ¿dónde están?


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