martes, 20 de octubre de 2009

Usos amorosos del siglo XXI

En el año 3594 de nuestra era, Liu, prometedor licenciado de la Universidad de Nanking, decidió abordar una tesis doctoral sobre los usos amorosos de Occidente en el siglo XXI. Disponía de una documentación, ajada e incompleta por el tiempo, compuesta esencialmente por las grabaciones de una conversación entre el presidente de gobierno de una comunidad española y un ciudadano en el que se decían cosas como la de que “lo nuestro es muy bonito, precioso”. A la que se unía otra en que la mujer del primero incidía en lo mismo, añadiendo que los regalos ofrecidos a manera de homenaje eran excesivos. Sorprendentemente, muchas personas “estaban en el ajo”. Liu dedujo que se trataba de una sociedad claramente liberal, todos los intercambios afectivos, con independencia de su orientación, eran consentidos. Sus conclusiones no pudieron ser más positivas, la tesis iba a ser rompedora.

Sin embargo, empezó a tener dudas, su tribunal tenía fama de riguroso, un error sería fatal y sus años de esfuerzo podían irse al garete. Como buen chino era trabajador y concienzudo, había seguido recopilando material encontrándose con pistas que invalidaban sus primitivas seguridades. La difusión de las conversaciones no había sido bien acogida; todo lo contrario, los protagonistas del enredo habían recibido incesantes críticas. Es más, de cierto registro podía interpretarse que alguno de ellos había terminado con sus huesos en la cárcel. Se había equivocado: en vez de un país avanzado, era autoritario y represor. Menos mal que todavía estaba a tiempo para reinterpretar todos los hechos.

Pasaban los meses y los meses, la lectura de la tesis se acercaba, y Liu se encontraba cada vez más desconcertado pues nada encajaba. De los documentos que continuamente examinaba no se deducía ningún escándalo de raíz moral. Los datos extraídos de una cosa muy primitiva llamada “Internet” parecían sugerir, incluso, que el problema estaba en que aquellas expresiones amorosas eran engaños utilizados para asegurarse fidelidades y obtener ventajas de carácter contractual. ¿Pero cómo algo tan chapucero podía dar lugar a una polémica de naturaleza política, en la que intervenían gobierno y oposición? Además, los protagonistas se referían unos a otros con nombres de lo más pintoresco: “El mostachos”, “El padrino”…Llegó a pensar que podía tratarse de una broma colectiva, carnavalesca y teatral. Tuvo una conmoción nerviosa, y abandonó la docencia.

Alcanzada la ancianidad, nuestro fracasado investigador, después de años y años de reconcomio mental, tuvo una revelación: lo que pasaba es que se trataba de un país de bobos profundos. Al fin logró la paz.

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