lunes, 18 de junio de 2018

¿Reforma constitucional? El Mundo Madrid



“Ninguna generación puede sujetar a sus leyes a las generaciones futuras” decía Thomas Jefferson, y tenía razón. Pero una cosa es eso, y otra asumir riesgos innecesarios cuando la estructura total del ordenamiento jurídico se ha puesto en cuestión. ¿Sabe Meritxell Batet lo que está proponiendo cuándo aboga por una reforma constitucional? Por supuesto que los gobiernos españoles desde Zapatero, incluso antes, han sido incapaces políticamente de afrontar el tema catalán y, en general, el problema de nuestra articulación territorial. Pero debería consultar a su compañero Borrell, bien experimentado e inteligente, que le podría recordar la pertinencia del dicho ignaciano “en tiempos de tribulación, no hacer mudanza”. Veamos:

Primero.-Las diligencias penales incoadas contra Puigdemont y miembros de su govern son objeto de tramitación en este momento, y más pronto que tarde habrá de iniciarse la vista oral.  No parece sensato que el enjuiciamiento de sus actos pueda servir como pieza de cambio a utilizar en un debate que debería estar presidido por la reflexión intelectual. Un requisito elemental de la tutela judicial efectiva es el establecimiento de condiciones que aseguren la imparcialidad de los tribunales, lo que exige un ambiente de serenidad a la hora de decidir. ¿Podría garantizarse en medio de la agitación de una reforma constitucional? Todo lo contrario, el proceso podría convertirse en un espectáculo dominado por alteraciones populares y el simple chantaje.

Segundo.- Claro que es necesaria, por desgracia, una reforma constitucional a la vista del fracaso autonómico. Pero, ¿sabe Batet lo que realmente pretende, y lo que implica abordarla ahora? Gran parte de la sociedad española lo que desea es limitar las competencias de las Comunidades Autónomas, eliminarlas incluso. Y nadie en su sano juicio puede negar los perjuicios que están conllevando a nuestra pacífica convivencia. ¿Está dispuesta a enfrentarse con este rechazo popular?

Tercero.-Por otra parte, si queremos mantener la realidad del estado nacional español, no es posible aceptar un sistema en el que las competencias educativas y lingüísticas de las comunidades impliquen la creación, con técnicas propias de la ingeniería, de diecisiete historias completamente distintas. No hay ningún estado que sea capaz de resistir tantas épicas,  para colmo enfrentadas.  ¿De verdad quiere Batet que nos planteemos la necesidad de escribir una historia común? La de Cataluña no puede seguir siendo diversa de la castellana, porque la realidad es que son complementarias. Una reforma constitucional exige un nuevo relato, ¿puede abordarse tranquilamente ahora’

Los que nos sentimos catalanes porque sabemos que es el derecho lo que crea una patria queremos reestructurar simbólicamente el Estado. Pero con sensatez y sin prisas, y eso no significa suprimir el diálogo. No se puede olvidar la peligrosa desfachatez de Elsa Artadi cuando advirtió que quieren  aprovechar nuestras debilidades. Lo que procede es ofrecer una reflexión, y eliminar la situación de estricta rebelión jurídica que nos amenaza. Si no tenemos cuidado volverán las taifas, ya se adivinan en Euskadi.



No hay comentarios:

Publicar un comentario