Cuando, en 1828, François Guizot se preocupó en determinar las
características esenciales de la civilización occidental, en su Histoire
générale de la civilisation en Europe, señaló como una de las más
importantes la primacía del Derecho. Es indudable que es así desde Roma, pues
ya Cicerón sostuvo que “para ser libres debemos ser siervos de la Ley”. De
hecho, los contractualistas, con Locke y Hobbes a la cabeza, insistieron en que
la superación del salvajismo propio del “estado de naturaleza” sólo era posible
mediante un “pacto social”, es decir, mediante el Derecho. Para dejar atrás la
arbitrariedad que generaba el gobierno del más fuerte, era necesario
sustituirlo por el de la Ley en cuanto conjunto de reglas fijas previamente establecidas,
que proporcionan certeza y seguridad. Es algo elemental, que en los tiempos
actuales deberían saberlo hasta los escolares más pequeños.
Por otra parte, la aplicación del ordenamiento jurídico,
en cuanto sistema complejo sujeto a interpretación, se viene atribuyendo desde
los inicios de nuestra cultura a órganos especializados, es decir, a los
tribunales de justicia. Hay una razón elemental: el Derecho constituye una
técnica, realmente una ciencia, que sólo es posible dominar tras muchos años de
estudio y preparación. Por eso, al menos en el sistema continental, el acceso a
la función judicial deriva de las llamadas oposiciones, o excepcionalmente del
“reconocido prestigio”, que sirve para acreditar el conocimiento adecuado para
el ejercicio de tan importante labor. Si de una forma directa las masas se
encargaran de ello las sentencias podrían quedar a merced de la venganza
privada, la demagogia o la pura y simple crueldad, sobre todo cuando se trata
de la justicia penal.
Por eso, en Roma, como nos explica el profesor Llano
Alonso, la función judicial se concebía como una actividad reservada a las
minorías capaces de sistematizar y comprender los distintos matices de las
reglas jurídicas. Pero, además, si los
tribunales son siervos solamente de la Ley, tal y como señalaba Cicerón, serán
ellos los únicos capaces de garantizar una de la notas esenciales de la función
de juzgar: la imparcialidad. Es esto lo que posibilita la existencia de “jueces
en Berlín”. Sin ellos, sin personas dotadas de la fuerza necesaria para
sustraerse a las indicaciones arbitrarias de los déspotas de turno, ya sean
personales o colectivos, se volvería a la ley de la selva. Si es cierto todo lo
anterior, ¿cómo es posible que nuestro país haya permitido reacciones tan
ofensivas para los tribunales como las que han tenido lugar con ocasión de la
conocida sentencia de la Audiencia de Navarra? Más escandaloso aún, ¿cómo es
que un gobierno conservador, amante por tanto teóricamente del orden y la ley,
ha sido incapaz de pronunciarse ante los graves ataques de que vienen siendo
objeto sus miembros?
En el momento de redactar este artículo, me entero de que
un miembro de nuestro Gobierno ha aludido, al parecer, incluso a las circunstancias personales de uno
de los redactores de la sentencia. ¿No se da cuenta que desprestigia la
credibilidad del propio órgano judicial?
Además, si a los miembros de un determinado tribunal se les permite
actuar como tales, es que están en condiciones para dictar cualquier
resolución. Caso contrario, deberían haber sido previamente incapacitados. Y, si no lo fueron, se encuentran en el
ejercicio regular de sus funciones. Por otra parte, si en alguna ocasión fueron
advertidos por retrasos o menores incidencias, nada de ello les deslegitima. En
conclusión, un Gobierno que hace estas cosas, si es que lo ha hecho, debe inmediatamente
pedir perdón por el daño que ha infligido no sólo al propio tribunal, a la
sociedad en su conjunto. Todo esto constituye una vergüenza.
En cualquier caso, el problema central de todo lo que ha
ocurrido es que gran parte de la opinión pública, de los políticos y de los
periodistas de este país no sabe leer. Porque, antes de criticar una sentencia,
hay que leerla, sobre todo cuando, en este caso y desde un punto de vista técnico,
es singularmente minuciosa y de calidad. Lo que señalamos con relevancia en el
caso del “voto particular”, que es sin duda notable. El magistrado que lo ha
dictado no podía imaginarse, al preparar su oposición, que la emisión con
arreglo a su conciencia de una resolución judicial iba a implicar una agresión
más propia de una persecución inquisitorial que de otra cosa. ¿Quién le resarce del daño moral que se le ha
infligido? Es hora de terminar con los “juicios paralelos” protagonizados por
irresponsables “redes sociales” al servicio de la demagogia y la ruindad.
Hay algo elemental que parece inconcebible que la sociedad
no haya llegado a captar: se puede ser una mala bestia sin llegar a incidir en
tipo delictivo. Ha sido necesario el transcurso de siglos para establecer
claramente tal deducción, ¿queremos volver a empezar? Y todo ello es
independiente, como es natural, de que los ataques a las mujeres constituyan
una repugnante cobardía que hay que perseguir en la forma que establezca la
ley, pero ése es otro problema.
Muy buenas, le he leído porque mi amado Padre, me ha recomendado la lectura de su artículo, y resulta que es usted una persona querida de mi abuela, que conoció a su padre y ambos son personas conocidas por el público. Veo que tiene usted el privilegio de escribir en el periódico, y no sólo en blogs o redes sociales, como la mayoría de las personas. Pero lamentablemente no estoy de acuerdo con usted. La ley, es siempre creada por la política, y esa política el resultado también de una sociedad y su evolución. Claro que estoy de acuerdo en que los jueces tienen una función, pero los jueces son personas, y también tienen sus sesgos ideológicos, especialmente con cuestiones que pueden dar lugar a debate y polémica. La sociedad presiona para los cambios de leyes en muchas ocasiones de esta forma, pero resulta que si las leyes están bien y se interpreta de un modo más reducido, el problema está entonces en su aplicación. El colectivo feminista se indigna, claro que sí de que uno de los jueces, emita un voto en el que considere que esos 5 indeseables y violadores, sean absueltos después de una violación múltiple. Por cierto, el derecho no es una ciencia, es más bien una metodología que se nutre de otras ciencias. En cualquier caso en el que se pretenda impartir justicia, la realidad y el contexto en que se desarrolla es importante. Los juicios, las pruebas, y todos los elementos que se tienen en cuenta en un juicio han ido evolucionando con los avances científicos. Una violación ¿Cómo se prueba? El testimonio de la víctima es fundamental, pero en este caso hay además pruebas audiovisuales. En este caso, son 5 contra una, pero en el cual se da la paradoja de que para que ellos sean inocentes ella debería ser culpable ¿no? Llama la atención que ella era una chica normal, que podría haberse querido acostar con 5, por supuesto, que es poco probable también. Que estos chicos están organizados, que hablan con total impunidad en sus chats privados de violar, y de drogas exclusivas para ello. ¿Casualidad? Yo creo que no. Estos chats fueron rechazados por el tribunal. Yo me pregunto qué pasa entonces con este tipo de delitos ¿Qué hace falta para demostrar una violación? Porque no serían nunca perseguidos ya que hasta habiendo un vídeo que considera el hecho probado, se matiza y se pone en duda el testimonio de ella. ¿Presunción de inocencia? Si se presume inocencia hay que presumirla de las dos partes. ¿Es la víctima una psicópata que quiere meter a cinco inocentes corderitos en la cárcel? Porque no parece que este sea el caso ya que hay además abierto otro contra ellos por el mismo delito. La segunda chica no se acuerda, pero también hay un vídeo en su whatsapp. ¿Qué mensaje estaría dando la justicia si los absolviera? ¿Violar en grupo, premeditadamente sale gratis? ¿Por qué no escribe usted un artículo contra el aberrante delito de los violadores en vez de contra cualquiera que se atreva a poner en entre dicho el voto particular de un juez? No se está destruyendo el derecho, pero es e derecho el que tiene que adaptarse a la realidad social, y no al revés. El derecho es una herramienta principalmente. En la que por cierto, debería de oírse la voz de muchos otros profesionales. El derecho también evoluciona. El derecho no es divino, y como todo proceso humano es susceptible de crítica, más cuando se trata de justicia. No señor, no es otro tema, es el tema. Ese "En la forma que establezca la ley" ¿Qué significa? Nada.
ResponderEliminarQuerido amigo/a:
EliminarUn fuerte abrazo a tus familiares que conocieron a mi padre. Es tanta la virulencia de la sociedad actual que los recuerdos familiares siempre enternecen.
Desde niño, admiré a Albert CAmus quizás porque era pied noir como mi familia. Hay una obra suya que se llama "El malentendido". Y es peligrosos caer en ellos
Creo que tú y yo estamos de acuerdo. Lo que puede pasar es lo siguiente:
Estuve en la cárcel por comunista en 1970, con 18 años.Era la época de Franco. Estudié Derecho y en 1978 ingresé en la Escuela Judicial como Juez d e Distrito. Pedí la excedencia y me dediqué a otras cosas relacionadas con el derecho hasta que volví unos años a la judicatura. Frente a la arbitrariedad de las dictaduras, he dado siempre mucha importancia a la garantía judicial.
No quiero dictaduras, y la de las masas es una de las peores. Mi artículo por tanto creo que debe entenderse como una protesta frente al hostigamiento de los jueces.
En la vida todo es interpretable, por cierto que una correcta interpretación jurídica debe hacerse con arreglo a método y el método si puede constatarse implica ciencia, y yo escribo desde l a indignación contra la condena a los jueces sin oirlos.
Sin oirlos, y sin leerlos porque la sentencia tiene casi 300 páginas. Y un ser sensible debe escuchar siempre los argumentos del contrario, sobre todo si están estudiados.
Estoy completamente de acuerdo contigo, de otra parte, en que el Derecho tiene que adaptarse a la realidad social. Y por supuesto los agresores sexuales, violadores y demás son expresión de la más grosera miseria moral. Pero eso hace mucho tiempo que lo sé. Leí a Jean Rostand, sabes que decía que los hombres no somos bilógicamente necesarios, a Simone de Beauvoir y a John Stuart Mill, con su magnífico libro sobre "la esclavitud femenina". Pero eso es una cosa y otra bien distinta es protestar contra los abusos de la opinión pública.
FRanco, Mussoliuni y Stalin fueron tiránicos, y no menos tiránica pueden ser las masas.
Un fuerte abrazo, y siento que estén es desacuerdo conmigo. Plácido
Sobre tu consejo de que critique a los agresores, creo que muchas veces lo he hecho con respecto a todos los que, como ellos, se aprovechan de la debilidad de los demás