Al parecer se ha revelado falsa la noticia relativa a que un grupo de parlamentarios habría presentado una proposición no de ley dirigida a pedir el público arrepentimiento de los países árabes por la invasión del año 711, que, además de producir la ruina del próspero reino godo, habría alterado el sentido de nuestro devenir durante ocho siglos. Se ha dicho que la historia es la ciencia de la desgracia de los hombres, se puede intentar conocer pero es imposible volver atrás. ¿Cómo podemos determinar las causas exactas que motivaron un acontecimiento cuatrocientos, quinientos, o mil años después? Su moralidad o justicia sólo podría medirse en el contexto de la época que no tiene nada que ver con el actual, ¿cabría precisar ahora el carácter quintacolumnista de la minoría morisca en relación con el imperio turco, o nuestros enemigos europeos, en el año 1609?
Además, qué tenemos que ver con nuestros antepasados de tantas generaciones atrás. La historia es la que es, y se ha formado sobre cimientos de sangre e injusticia. Los Estados Unidos de Norteamérica constituyen actualmente el país más próspero de la tierra, y lo han llegado a ser con la esclavitud, la eliminación de la población india, la intolerancia puritana y el uso de la guerra hasta los inhumanos límites de Hiroshima y Nagasaki. ¿Es posible borrar todo de un plumazo? Al mismo tiempo, representan la patria de la libertad, el individualismo y el progreso tecnológico, y en conjunto, con lo bueno y lo malo, han creado esa nación, por cierto, incluyendo la atrocidad que cometieron con España al volar el Maine.
Uno de los acontecimientos que ha marcado Occidente en los últimos siglos es la Revolución Francesa, y a nadie se le ha ocurrido hasta ahora, aunque las paranoias pueden surgir, pedir perdón por ella. Sin embargo, bastaría con acudir a sus apologistas Lamartine o Michelet, cosa que encarecidamente recomiendo, para constatar que una de sus notas características fue la crueldad, la pura y simple bestialidad incluso, con la que los montagnards se comportaron con la nobleza y los miembros del antiguo régimen. Si quien me lee es un poco más frívolo que repase la biografía “María Antonieta” de Stefan Zweig. Saint Just incitaba a eliminar no sólo a los culpables, a los sospechosos también. De hecho, la guillotina estuvo trabajando a destajo durante todo el período convencional.
Por otra parte, constituimos un país cuya identidad se encuentra en franca crisis. Nuestra realidad nacional y su cultura, incluida la cristiana, están puestas en cuestión. Aunque yo nací en la ciudad marroquí e internacional de Tánger, y a mucha honra, no quiero que se pueda dudar de mi carácter occidental. Lo de los moriscos, que lo planteen en otro momento, actualmente me parece peligroso. Sería el colmo, y ridículo, que ahora se pretendiese volver a los reinos de taifas.
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