Durante siglos, los hombres han imaginado las cosas más extrañas y disparatadas. Así, en el siglo XV la creencia en las brujas estaba tan extendida que hubo necesidad de publicar una guía, el célebre “Malleus maleficarum”, para indicar las señales más seguras para descubrirlas, había que evitar que eludieran la hoguera. Años después, el padre Lactance declaró en forma bien solemne, en actas recogidas en los procesos de Loudun, que demonios especialmente rijosos copulaban con cándidas novicias en un respetable convento de ursulinas. El testimonio causó sensación dada su fama de hombre de Dios, metódico y serio. Reputación que no debía ser muy rigurosa si se tiene en cuenta que, poco después, confesó que él también había sido poseído por el Maligno.
Su delirio no era más que la consecuencia de una sociedad intolerante, la represión indefectiblemente conducía a la locura. En comparación, las conjunciones planetarias que observa Leire Pajín parecen bien bondadosas e inanes, ya no existen brujas revoloteando por encima de nuestras casas. Nuestro universo no es peligroso, es infantil. Existen malos, muy malos, pero de cuento; en el fondo se consigue conjurarlos narrando simplemente sus villanías. Los orcos lucharán contra los hobbits y los ángeles contra los demonios, no en vano Dan Brown se ha convertido en el autor preferido de las masas, en escenarios cinematográficos que no generan riesgos. Desde luego, el espectáculo devendrá estelar si son Obama y Zapatero quienes, con capa y espada, se enfrentan a los villanos que, por supuesto, ya no pueden ser musulmanes. No, por Dios, sería indecoroso pensarlo.
Es ridículo, pero paradójicamente constituye el final resultado de un mundo que se quiere tan igual, que hasta los mismos talentos, factor de diferencia políticamente incorrecto, se pretenden uniformar. La mejor manera de impedir que nadie destaque será asegurar que vivamos el mismo universo de sueños de Leire Pajín. Si la realidad se simplifica hasta el punto de que todo se reduce a un combate entre un Obama progresista y multicultural contra seres reaccionarios, refugiados en oscuras cavernas, singularmente en España, los problemas devienen tan burdos que la inteligencia será innecesaria. Bastará con repetir las consignas de los que mandan, que saben distinguir perfectamente entre el bien y el mal pues les ha sido concedido un don especial.
Es posible que nos volvamos así un poco tontos, quizás sea el objetivo, además los pobres de espíritu fueron siempre bienaventurados. Conseguiremos la gloria eterna, que ya no consistirá en la beatífica percepción de Dios sino en el pase ininterrumpido de películas de acción protagonizadas por políticos honestos y guapos.
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