martes, 11 de mayo de 2010

País de leyenda


Cuentan las crónicas que, a principios del siglo XXI, en un país llamado España, llegó al poder un grupo de jóvenes bienintencionados decidido, como fuera, a culminar con éxito un proceso revolucionario. La verdad es que hacía mucho tiempo ya que todos los procesos de esa clase habían finiquitado, pero como eran muy concienzudos se inventaron uno nuevo que, en la forma en que les gustaba pregonar a los viejos anarquistas, sería el último y definitivo. Así, muy ilusionados, lo centraron en tres puntos:

Primero.-La profundización en el antifranquismo, lo que no dejaba de ser algo extraño si se piensa que, a esas alturas, no quedaba en España ningún simpatizante de aquel régimen. Es más, la misma derecha, por vergüenza, abominaba de su recuerdo. Lo que hicieron, entonces, fue fomentar la apertura de fosas a la búsqueda de restos. Abrieron zanjas y zanjas, dejando el país hecho unos zorros. Además, se equivocaban con frecuencia y cuando, por ejemplo, querían encontrar a un tal García Lorca desenterraban uns extraños huesos probablemente provenientes del pleistoceno. Pero, como no dejaba de ser una idea romántica y que daba votos, persistieron en su propósito.

Segundo.- La liberación de la mujer, que hacía tiempo ya que en Europa estaba totalmente liberada. Para evitar contradicciones teóricas, se centraron en la violencia doméstica lo que constituía ciertamente una bella opción. Lástima que llevados por el entusiamo convirtieran al hombre en un ser sometido a sospecha, hasta el punto de que los matrimonios disminuyeron como nunca antes se había visto, y es que nadie quería correr el riesgo de terminar con sus huesos en la cárcel.

Tercero.- La libertad sexual, que al parecer desde un lejano año 1968 había sido plenamente conseguida. Pero, como su voluntad revolucionaria superaba cualquier obstáculo, decidieron orientarla por la vía de la legalización de las parejas del mismo sexo. En esto tuvieron un enorme éxito, quizá demasiado porque los denominados heterosexuales se convirtieron en seres a punto de la extinción. De todos modos, entre unas cosas y otras, el país se hallaba inmerso en novedades de lo más divertidas, hasta del extranjero acudía gente a participar de la fiesta.

El problema es que aquellos arrojados gobernantes, absortos como estaban en su faena, no se dieron cuenta de la crisis económica que se les venía encima, de tal manera que en poco tiempo partidarios del amor libre y cavadores de fosas tuvieron que dedicarse, solidariamente eso sí, a pedir limosna por la calle. Nadie se rió porque tanto gobierno como oposición eran gente políticamente correcta.

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