Desde
algún tiempo, participo en un ciclo de conferencias y coloquios bajo el título
“¿Hacia dónde va España?” Hasta el momento he sacado las siguientes
conclusiones, nada optimistas:
Primera.-
Los independentistas han ganado las elecciones en Cataluña. Una cosa es que Mas
haya hecho el ridículo, y otra bien distinta es que sus planteamientos no hayan
sido acogidos por una mayoría, casi apabullante, de los electores. A la vista del resultado, en poco tiempo nos
encontraremos con la reivindicación de un referéndum. De nada servirán las
apelaciones a la legalidad cuando un sector, al menos significativo, de la
población desea otra cosa.
Segunda.-
Los partidos españoles no tienen, hoy por hoy, nada que hacer. Alicia Sánchez
Camacho, por su propia personalidad, no es capaz de conectar con la burguesía
catalana. Es vista como un personaje
populista antes que otra cosa. Y el Partido Socialista, alejado de sus bases
obreras, no tiene nada claro cuáles son sus reales objetivos. ¡Qué lástima que
Albert Rivera no sea el dirigente del PSC!
Tercera.-
No nos engañemos, si Cataluña se separa, surgirá inmediatamente el problema
vasco. Y a medio plazo el navarro y el balear. Luego, hay tantos locos que
Canarias, incluso Andalucía, pueden deslizarse por la espiral soberanista. ¿En
qué nos convertiremos? En España existieron un día las taifas pero ya
Nostradamus señaló que somos un país tan desgraciado que la historia se volverá
a repetir.
Cuarta.-Es
cuando menos dudoso que una Cataluña independiente sea apartada de la UE. Jugar
con esa idea es peligroso, será muy difícil que un país de su potencialidad
económica y su enclave continental pudiera ser aislado por algo más de un
tiempo prudencial.
Quinta.-
La opinión pública española no se siente realmente concernida por el problema.
Ya Ortega decía que los países que
carecen de proyectos e ideas eligen sistemáticamente a los peores hombres, los
más incompetentes, para dirigirlas. Rubalcaba
no tiene, al menos por el momento, un proyecto coherente y único. En
cuanto a Rajoy, muy a la gallega, ha optado por el silencio, por una política
de perfiles bajos. Esos perfiles no sirven de nada, hay que combatir con
grandeza adelantándose al contrario en el terreno de la táctica y el de la
estrategia.
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