“Solaris” de Stanislaw Lem constituye uno de los mejores relatos de ciencia ficción de todos los tiempos, convirtiéndose en una de las llamadas “novelas de culto”. Una civilización terráquea, a la búsqueda de vida extraterrestre, localiza un planeta que, por sus interesantes características, es objeto de observación durante siglos. Allí existe una mente poderosísima, una especie de “Dios imperfecto” lo califican, capaz de corregir su propia órbita, e influir sobre nuestros astronautas, pero no existen seres diferenciados con los que poder establecer una comunicación. Lamentablemente, los españoles de hoy nos encontramos también ante entes con los que cabe el diálogo.
Bildu no es tan inteligente como Solaris, pero también es capaz de incidir sobre nosotros, y de una manera que puede condicionar el devenir estatal en el curso de varias generaciones. No tenemos punto alguno de contacto: parten de la idea de que no tienen nada que ver con España, pues constituyen un pueblo, por no decir una raza, procedente del Cáucaso que nunca ha sido integrado y que dispone de lengua y cultura propia ajenas al resto del Estado. El terror que han practicado sus amigos no supondría más que una suerte de resistencia análoga a la del maquis francés. Están convencidos de que tienen razón, ¿cómo entonces se puede hablar? Por otra parte, mantener en la clandestinidad a más de trescientas mil personas sería un auténtico absurdo.
Más pronto que tarde nos encontraremos con la exigencia de un referendum de autodeterminación, y si , con la confluencia del PNV y Aralar, los partidarios de la independencia obtienen más del 60% del censo electoral, como perfectamente pueden conseguir, la “mayoría suficiente” que exige la célebre sentencia del Tribunal Supremo del Canadá relativa a la cuestión de Quebec habría sido cumplida. ¿Cómo entonces nos opondríamos? Habría posibilidades desde luego, incluso utilizando los mismos términos de la referida sentencia. El problema es que una clase política como la nuestra que tampoco tiene, ni de lejos, la inteligencia de Solaris no parece capaz de ofrecer la mínima confianza. Últimamente, lo único que parece interesarle es el sexo de los ángeles.
Ortega y Gasset pronosticó que, tarde o temprano, nos quedaríamos reducidos a Castilla. Al menos, fue un poco más optimista que Nostradamus para quien éramos un desgraciado pais que volvería a ser invadido por los árabes, lo que a la vista de cómo están las cosas no parece muy disparatado. Tenemos un problema económico real, pero junto a él las cuestiones catalana y vasca están a punto de estallar, y nadie se atreve a afrontarlas de una vez. Probablemente, porque a nadie le importa ya España. Así nos va a ir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario