La doctrina jurídica occidental ha establecido que, en materia de imparcialidad, incluso las apariencias tienen importancia: “no basta que los jueces dispensen justicia, es preciso que parezca que lo hagan”, nos dice reiteradamente el Tribunal Europeo de Derechos del Hombre. Es lógico, la convivencia sería imposible si los ciudadanos no confiasen en las instancias encargadas de dirimir los conflictos. Esto que es algo elemental en España hace tiempo que lo ha dejado de ser. Y el problema no es sólo de los magistrados, por desgracia a veces también, sino fundamentalmente de los partidos políticos y los creadores de opinión, que sólo aceptan las sentencias que les convienen y rechazan las que les perjudican. Desde luego, no saben de qué va el “juego limpio”…
Por ejemplo, en los últimos días ha sido objeto de viva polémica la posición de los Tribunales Supremo y Constitucional en relación con las candidaturas electorales de la coalición Bildu. Desde luego, sería síntoma de la enorme madurez de nuestro país que una cuestión jurídica fuese capaz de interesar a las masas. Pero, como aquí nadie tiene la menor idea de nada, la inmensa mayoría de las opiniones se basa en tesis conspirativas o estrictamente políticas que no tienen en cuenta que el Derecho es una ciencia por mucho que, como diría cualquier aprendiz marxista de tres al cuarto, esté condicionada por factores de carácter infraestructural. Además, es imposible de entender de manera matemática, pues las intepretaciones son infinitas siempre que se hagan desde la preparación y la seriedad.
Se olvida que el TC es el jurisdiccional superior en materia de garantías constitucionales. También que una de las claves de nuestro sistema jurídico radica en el derecho de participación consagrado en el artículo 23 de la norma fundamental, que sólo es posible restringir en forma muy ponderada y excepcional. En cualquier caso, el TC podría adoptar motivadamente cualquier solución: es un asunto complejo y discutible. Lo que no es admisible, sin tener la menor idea de derecho, es intentar condicionar su posición por razones situadas en el propio interés partidario como así se ha venido haciendo.
Al Tribunal Constitucional han pertenecido magistrados de la categoría de Díez de Velasco, Tomás y Valiente y Rubio Llorente entre otros muchos. Incluso ahora la talla de la mayoría de sus miembros sigue siendo excepcional. Intentar desprestigiarlos en base a la cateta consideración de que unos son conservadores y otros progresistas es no conocer cómo funciona un tribunal. A este paso, por irresponsabilidad y en poco tiempo, nos quedaremos sin justicia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario