martes, 21 de abril de 2009

Orwell y el aborto


¿Y si defender el aborto fuese reaccionario? Como le gustaría explicar a Lakoff, para justificar una idea resulta conveniente situarla en un marco aceptado por todos. Así, quienes preconizan la interrupción voluntaria del embarazo, han conseguido asociarla con la defensa de los derechos de la mujer y el ejercicio maduro y consciente de su libertad. Si te opones, te colocas al lado de represión, del machismo y la sinrazón. La batalla del progreso la tienen ganada, entonces, desde el principio, los abortistas. Orwell sabía de qué hablaba cuando advertía que las sociedades totalitarias se hacen dueñas del lenguaje. Sin embargo, sus planteamientos pueden ser discutidos y, precisamente, con los mismos argumentos utilizados desde siempre por los revolucionarios.

Desde el Eros y civilización de Herbert Marcuse, sin necesidad de remontarse a Sigmund Freud, todos los europeos saben que la sexualidad es una dimensión necesaria de la personalidad, y que su represión no produce más que tormento, rareza y enfermedad. Mayo de 1968 dio lugar a una explosión revolucionaria en este sentido, que no tiene vuelta atrás. Igualmente, desde los años veinte del pasado siglo, bastaba con haber leído a Jean Rostand, las personas cultas eran conscientes de que la mujer es un ser biológicamente superior al hombre. Nadie sensato discute tampoco sus derechos al dominio de su cuerpo y a la autodeterminación. Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con el aborto?

Cuando hablamos de este tema, nos referimos al valor superior y esencial de cualquier sociedad democrática: la vida. Las revoluciones decimonónicas proclamaron que la misma, junto con la búsqueda de la felicidad, constituían derechos elementales y primarios que no podían ser limitados por consideraciones políticas o conveniencias del poder. Venía a suponer todo un símbolo: el del respeto a la profunda dignidad de los seres humanos. Es cierto que ni siquiera ella tiene un carácter absoluto, puede entrar en colisión con otros bienes dignos de protección: esencialmente, en el caso del aborto, la vida y salud de la madre, incluso la psíquica, tan importante en los supuestos de violación, así como la viabilidad del feto. Todos estos casos reflejan conflictos que han sido abordados continuadamente por el ordenamiento jurídico, y la aceptación del aborto en ellos no supone ninguna novedad.

Pensar que más allá cabe legislar, es posible desde un punto de vista intelectual, en una sociedad libre se puede discutir de todo, pero es absurdo partir a priori del carácter progresista de su defensa. Han sido siempre las ideologías más represivas y autoritarias las que han sido capaces de subordinar la vida a otros fines.

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