Hace pocos días, la estatua de Marichalar ha sido arrojada del museo de cera, con luz y taquígrafos. Cabría pensar que resulta lógico, dado que ha perdido todo relieve institucional al dejar de formar parte de la familia real. Es posible, pero me gustaría preguntar, con toda la delicadeza necesaria, si era imprescindible llamar a tantos periodistas para inmortalizar la acción. Es más, ¿fue deliberado fotografiarlo en forma tan ridícula? Si lo fue, no sería sorprendente; es lo propio de un país caracterizado por su crueldad, y la humillación de los que, en un momento u otro, se quedan solos y desprotegidos. Distintos intelectuales extranjeros han coincidido en afirmar que carecemos de piedad, y no mienten.
Me gustaría saber también quién fue el responsable del museo que decidió convocar a los medios. ¿No podía haberse hecho en forma un poquito más discreta? No parece que hubiera inconveniente en aprovechar la noche o la prudencia de una puerta excusada, o posterior. Un primario defensor de las libertades expresivas contestaría que algo tan relevante exigía la necesaria publicidad. Pero, ¿qué interés tenía la expulsión del museo de la estatua de Marichalar? En mi opinión ninguno, salvo el de satisfacer las pulsiones más sádicas y burlescas de las masas, lo que no constituye auténtica información, no sirve para crear opinión pública, y en rigor tampoco es noticia salvo que se considere como tal el pitorreo vulgar.
Un lector poco avezado de la jurisprudencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos podría decirnos que el Duque de Lugo, dignidad que por cierto también le han quitado, es responsable de las consecuencias de sus actos. Al contraer matrimonio con un personaje público, debió ser consciente de que se hacía accesible a la prensa en tanto el ámbito de su intimidad iba a verse notablemente debilitado. La verdad es que habría que preguntarse qué ventajas ha obtenido el pobre Marichalar de emparentar con la familia real, y casarse con Doña Elena. Es una cuestión subjetiva, a lo mejor su ego se vio reforzado a raíz del matrimonio. Es posible, pero lo cierto es que desde que tuvo el accidente vascular su figura ha sido siempre presentada en forma bien patética.
Le quitan de las fotografías oficiales, como hacían con Trotsky, le privan de su ducado, y terminan expulsándolo con rechifla y regodeo de un museo de cera. Más le valdría andarse con cuidado, porque a este paso decidirán tirarlo a los leones. Eso sí, como somos bien demócratas, todos los medios de comunicación serán convocados previamente al circo. ¿Por qué no se casaría con una simple licenciada en exactas? Aunque sin título y sin consejos de administración, que al final también perderá, hubiera vivido más tranquilo.
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