En el célebre relato de Lewis Carroll, Alicia a través del espejo, Humpty Dumpty nos dice “en un tono bastante burlón” que cuando “utilizo una palabra significa exactamente lo que quiero que signifique, ni más ni menos". La verdad es que a todo lo largo del siglo XX hemos asistido a un proceso continuado de perversión del lenguaje. Así, los regímenes autoritarios decidieron calificarse sistemáticamente como democracias, y se quedaron tan contentos. El problema es que no cabe ninguna comunicación cuando las palabras no quieren decir nada, ¿cómo va a ser posible si carecen de un significado preciso? Sin embargo, un proceso de esta clase posee indudables ventajas sobre todo para la psicología invidual.
Si un memo, bien memo, decide proclamarse brillante e inteligente y se lo cree, lo que no es muy difícil dada su necedad declarada, hace un verdadero negocio. De repente su autoestima va a quedar reforzada y las posibles burlas de sus compañeros serán consideradas como muestra de envidia y de acomplejada incomprensión. El problema deja de ser personal, estará en los demás, que no son capaces de entenderle. ¿Y si un cobarde se autodenomina héroe? Hace bien pocas fechas un grupo de arrojados ecologistas interrumpió por las buenas, entrando en la sala, una cumbre internacional en un país del norte de Europa. Como es de toda lógica dieron con sus huesos en la cárcel. Sus simpatizantes quedaron escandalizados ante muestra tan bárbara y cruel de autoritarismo. ¿Pretendían quizás que les condecoraran?
Más recientemente aún, una joven catalana fue detenida por la policía israelí por participar en actividades consideradas clandestinas en Cisjordania. No ingresó en prisión, simplemente la metieron en el primer avión con destino a España, y ya está. Pero la indignación de sus amigos fue morrocotuda ante lo que consideraron una muestra más de una política fascista. Al parecer, no tomaron en consideración que todo país civilizado tiene sus reglas, por muy dura que sea su conducta y discutible su política. ¿Por qué no se fue a Irán? Hubiera sido bien valiente protestar contra las atrocidades de un régimen medieval de carácter teocrático. No lo hizo poque era consciente de los riesgos, y no tendría la posibilidad de salir en las fotos. Prefirió el heroísmo fácil.
En este país nos estamos volviendo bien locos. Llamamos progresistas a los autores de las acciones más autoritarias, ya sean musulmanes fanáticos, nacionalistas radicales o chalados de toda índole, mientras que arrojamos a las tinieblas a quienes defienden una racionalidad que nace con la Ilustración y las revoluciones europeas. Así, volveremos al medievo en forma políticamente correcta, pues los bárbaros se entienden bien con los que no saben hablar.
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