“Cuando yo uso una palabra – dijo Humpty-Dumpty con un tono burlón – significa precisamente lo que yo decido que signifique: ni más
ni menos”. Lo decía Humpty-Dumpty, y lo dicen siempre los que mandan, los que
tienen capacidad para adulterar el lenguaje. Así, se llega a afirmar con
rotundidad, a raíz de las elecciones en Andalucía, que Vox es un partido
fascista, y la verdad es que los que lo dicen no tienen mucha idea de lo que
fue el fascismo, ni tampoco lo han combatido nunca. Para bien o para mal, Vox
no es más que la reacción de una parte del pueblo andaluz a la torpeza y
dejación de los partidos estatales con respecto al problema catalán. Caso
contrario, el porcentaje de votos que han conseguido sería mucho menor. Es una
cuestión elemental:
Primero.-El Partido Popular, al menos desde un
punto de vista político, incurrió en clara dejación de sus responsabilidades en
Cataluña. Con independencia de la categoría personal de Rajoy, lo cierto es que
en esta materia se abstuvo de actuar. No tuvo ni la energía, tampoco la
grandeza y altura de miras necesaria para afrontar el problema. No se planteó siquiera
el mantenimiento del art. 155 de la CE cuando jurídicamente existían
posibilidades reales para ello. Decepcionó en consecuencia a sus votantes.
Segundo.-El Partido Socialista tan próximo a
lo mejor del catalanismo y a su historia, no podemos obviar la brillantez de
Borrell, en los últimos tiempos ha dado la impresión de ser capaz de aliarse a
los independentistas con tal de permanecer en el poder. Si la moción de censura
hubiera estado basada en la corrupción del PP, Pedro Sánchez tendría que
haberse limitado a convocar elecciones y punto. Conservar el gobierno implica
dar posibilidades a quienes mantienen viva una rebelión política, jurídica
también si hacemos caso al profesor Enrique Gimbernat.
Tercero.-Un partido es de extrema derecha
cuando propugna la vulneración de la legalidad, fomenta la violencia y pretende
la eliminación de los derechos fundamentales y las libertades públicas. Eso es
lo que hizo la dictadura franquista, y así en sus comienzos fue calificada
justamente como fascista. Vox, por ahora, no ha hecho nada de eso. Si lo
hiciera, sería legítimo volver contra ellos a las barricadas. Mientras tanto,
su discurso no constituye más que parte de una reacción contra el abandono de
una política clara en materia territorial, todo lo demás es accesorio.
Enmanuel Macron ha dicho de manera bien brillante que
el nacionalismo constituye una traición al verdadero patriotismo. Es cierto, ya
afirmaba Manuel Azaña que ser patriota español no significaba otra cosa que
defender el caudal de belleza, bondad y
cultura que España había aportado al mundo. Y dentro de ese caudal está lo que
nos ha dado Cataluña. Pedro Sánchez no parece haberse dado cuenta que con sus pactos,
aunque sean meramente tácitos, con los independentistas está traicionando el
amor que una parte importante del pueblo español siente por Cataluña. Es
suicida abandonarla a su suerte, porque es de todos nosotros. El éxito de Vox
forma parte de esa reacción, su torpeza y la del PP lo han creado.
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