No
es cierto que los regímenes totalitarios se basen siempre en la represión. Todo
lo contrario, es la unanimidad social, o al menos la cobardía generalizada, la
que los crea. Los especialistas del III Reich nos recuerdan que el número de
miembros de la Gestapo era muy reducido. No sólo eso, cuentan que el ochenta
por ciento de su trabajo venía motivado por denuncias. Al inicio de la II
Guerra Mundial, casi todos los alemanes se comportaban como vulgares delatores,
aunque ni siquiera fueran conscientes. ¿Y la Brigada de Investigación Social
franquista? Es cierto que, aparte de brutos, eran algo mantas, pero, salvo en
Euskadi, casi todos los españoles supieron adaptarse perfectamente a ella.
Cuando la inmensa mayoría se muestra conforme en algo, y no hace falta que sea
el odio hacia los judíos, no es necesaria ninguna policía política.
Por
lo general, los chivatos pretenden estar cumpliendo honestamente su deber. Saint-Just
les daba la razón, pues quería que la Virtud dominara en el mundo. La verdad es
que hay que desconfiar de los hombres virtuosos, son capaces de llevarte a la
guillotina. Actualmente, estamos viviendo en España una nueva variante del
jacobinismo: la de la lucha contra la corrupción. Hay corruptos por todas
partes: en el clero, las finanzas, la política y hasta en la medicina. Así
recientemente, en un programa de máxima audiencia televisiva, dedicaron más de
una hora a una presunta negligencia médica comentada como si de un partido de
fútbol se tratara. ¿Es que los españoles nos hemos vuelto muy honestos? Es
evidente que no, como buen país católico mediterráneo nos hemos caracterizado
siempre por la identificación con el Buscón o el Lazarillo, somos algo
sinvergüenzas por qué no decirlo. ¿Entonces?
Pienso
que, en gran parte, la proliferación de las denuncias de corrupción en las
redes sociales constituye una forma de desviar hacia el cotilleo, por tanto al
morbo y la charlatanería, los problemas que realmente vivimos: la
desintegración de la realidad nacional española, la ausencia de ideas y el
arrumbamiento de los modelos de conducta que nos han presidido desde hace
siglos. Desde el concepto de mérito y capacidad hasta la noción misma de
"genero" todo está en cuestión. Asistimos, además, contra lo que
frecuentemente se dice, a una extensión de la necesidad de igualdad que lleva
al rechazo de cualquier diferencia, incluso la de la originalidad y la
inteligencia.
Estoy
harto de leer noticias sobre la inmoralidad de mis semejantes, no quiero más
mierda, y eso que siempre me he considerado influido por los jacobinos.
Necesito proyectos que me permitan vivir.
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