La película de Amenabar, dedicada a la astrónoma y matemática Hypatia, merece la pena; constituye un manifiesto ideológico de reivindicación del paganismo, propio de nuestro tiempo. Aunque sólo fuese desde la estética, la mitología de la antigüedad es fascinante. Los dioses participan de los sentimientos de los hombres, uniéndose a ellos; el mismo Zeus, en el centro de la creación, no duda en disfrazarse de toro salvaje para raptar a Europa. Un universo así es capaz de generar un espléndido arte, y llenar de historias y leyendas, trágicas unas, divertidas y pícaras otras, la mente de los mortales. Recordar la ciudad de Alejandría, con sus filósofos y pensadores paseando por calles adornadas de una exquisita estatuaria, resulta un impresionante sueño. Existe un requisito elemental: que se den las condiciones necesarias para divertirse y ser feliz.
Los tiempos del cristianismo fueron bien duros. Es lógico que la figura de la crucifixión llegase a inspirar más miedo que amor, y que los antiguos paganos desconfiasen de una religión triste y represora. Uno de los padres de la Iglesia, el polemista Tertuliano, no dudaba en amenazarles en forma ciertamente sádica: "Vosotros que tan gran afición sentís por los espectáculos aguardad el mayor de todos los espectáculos, el último y eterno juicio del universo. Como admiraré, cómo me reiré, cómo me alegraré, cómo me regocijaré cuando contemple a tantos supuestos Dioses derritiéndose en fuegos más violentos que cuantos prendieron contra los cristianos”. El panteón romano se ve sustituido por un solo Dios, que es duro y celoso. Y puede haberse manifestado, en el curso de los siglos, incluso con crueldad: caso de la tétrica Inquisición.
Pero no puede olvidarse que fue también la religión de los débiles de la tierra, Nietzsche sabía lo que decía, y en este sentido ha supuesto la más importante revolución en dos mil años de historia. La misma Virgen, la película es también un alegato feminista, fue colocada al lado de Dios, y ha constituido a lo largo de los tiempos un singular instrumento para elevar la dignidad del género femenino. Su figura ha servido para que la ternura y sensibilidad hayan sido identificadas como elementos de civilización, atenuando la brutalidad de los hombres. Ciertamente, carecía de sexualidad pero recomiendo leer “La tyrannie du plaisir” de Guillebaud, para constatar que tampoco las paganas la tenían. Basta con analizar a Hypatia, la protagonista del film.
Es curioso observar el carácter repetitivo de los ciclos históricos, el poéticamente denominado “eterno retorno”. Los primitivos cristianos vivieron en las catacumbas dando un ejemplo de coraje y solidaridad. Después se convirtieron en represores es verdad, pero cabría preguntar si lo que se quiere es devolverlos a los leones y al circo.
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