Un año nuevo, otro más, otro, ¿y después? Para sobrevivir necesitamos rodearnos de mitos y sueños, aunque al final se demuestren falsos. Hace cerca de cincuenta años que el denominado programa SETI, acrónimo en inglés de búsqueda de inteligencia extraterrestre, inspirado por el famoso astrónomo y divulgador Carl Sagan, intenta captar en los cielos rastros de esa clase a través de señales de radio y televisión, nada se ha encontrado. Es verdad que en 1977, durante unos segundos, surgió una misteriosa emisión “wow”, proveniente de la constelación de Sagitario, que entusiasmó a los astrónomos, pero al cabo del tiempo su origen parece revelarse apócrifo. Somos un simple punto en la inmensidad, aunque puede que absolutamente solos. Además, ¿que pretendemos descubrir?
En la misma Tierra existe vida por todas partes, incluso inteligente, a Sagan le gustaba hacer referencia a las ballenas yubarta, que con sonidos de carácter musical se relacionan con sus congéneres a través de centenares y centenares de kilómetros. Sin embargo, estamos incapacitados para comunicarnos, situados en distintos planos, pues nuestra inteligencia es verbal y tecnológica. No hay colectividad más perfecta que la de las hormigas, suponiendo que tuvieran conciencia del yo, no tendríamos para ellas otra realidad que la de un fenómeno de la naturaleza singularmente mortífero e inexplicable. El genial Arthur Clarke jugó con la idea de existencia extraterrestre en nubes gaseosas, su universo no sería el nuestro, viviríamos en longitudes de onda que no podrían conectarse.
En el fondo, los mismos seres humanos mantienen una difícil relación con sus semejantes, basta con hacer referencia al caso de los niños autistas. Son normales, pero se sumergen en un mundo propio y especial que les impide entender el de los demás, ni siquiera les interesa. Y si consideramos a individuos pretendidamente sanos desde el punto de vista mental, si es que alguno hay, ¿qué rasgos en común tienen un integrista islámico y un académico de Oxford? Ambos están convencidos de la verdad de sus planteamientos, desde una subjetiva perspectiva moral no puede concederse más valor a unos que a otros, de hecho para un imán iraní el primero será conducido inmediatamente al paraíso.
El Derecho, máxime cuando reviste carácter penal, parte de una ficción: la de que todos los hombres, si no han sido declarados irresponsables, son igualmente capaces de distinguir entre el bien y el mal. Es falso, cada uno construye un mundo a su medida sin la mínima conciencia de que distorsiona la realidad. Estamos completamente solos, y desamparados, aunque ilúsamente no lo creamos.
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