Los atentados de los Estados Unidos parecen haber generado una sensación de temor e inseguridad, no sólo en América también en Gran Bretaña y el resto de Europa, que hace resurgir una cuestión que asalta a todas las civilizaciones en sus momentos de crisis:¿Occidente ha terminado su ciclo? Es una pregunta que, no sin cierta lógica, viene asaltando en los últimos años al pensamiento norteamericano. En este sentido, es de indudable interés la obra de Arthur Herman, "La idea de decadencia en la historia occidental". Al comienzo de su trabajo, se pregunta:¿Por qué la sensación de decadencia es común a todas las culturas? Quizá sólo refleje la experiencia humana de los cambios corporales desde la infancia hasta la madurez y el inevitable deterioro de la capacidad física y mental en la vejez".
Ya Maquiavelo había advertido que la vida de las sociedades funciona como un ciclo que se repite eternamente: la austeridad genera la fuerza, la fuerza el lujo y la comodidad y la comodidad la decadencia. Cuanto más cerca estemos de la cima, más rápido será el final. En este sentido, el recuerdo de Roma ha funcionado siempre a la manera de símbolo. Era un mundo creado para la eternidad que, sin embargo, entró en franca descomposición al fracasar los intentos de asimilación de los invasores bárbaros. La expansión de los pueblos germánicos se produce durante todo el imperio bajo el peso de su presión demográfica interna. La razón de la caída de Roma, de su incapacidad para controlar la vitalidad de los pueblos situados más allá del limes, constituye una de las eternas preguntas de la filosofía, también evidentemente de la historiografía, occidental¿Es inevitable que a las sociedades humanas les llegue la hora de la muerte?
En cualquier caso, el recuerdo de Roma y el temor a una historia cíclica que repita su proceso de crecimiento y decadencia ha funcionado a la manera de un trauma de la civilización occidental, y ha acompañado desde siempre a su pensamiento. Se han dado muchas explicaciones. Y así, de una manera clásica, evidentemente también superada, por Hans Delbrük se nos dice: "con relación a los pueblos civilizados, los bárbaros tienen la ventaja de tener a su disposición el poder guerrero de los instintos animales desenfrenados, del vigor básico. La civilización refinada al ser humano le hace más sensitivo y al hacerle así decrece su valor militar, no sólo su fuerza corporal, sino incluso su valor físico".
Ciertamente, cualquier hipótesis por disparatada que pudiera parecer encuentra siempre argumentos en su apoyo. Y bastaría con recordar a Alexis de Tocqueville cuando señalaba que es en el crecimiento poblacional donde se demuestra la vitalidad de una Nación. Si ello fuere así, el exámen de nuestros índices de crecimiento demográfico serviría para sacar las inevitables conclusiones. Cuando una sociedad no se reproduce, es que ha perdido las ganas de vivir. Sin embargo, nada en la historia de las sociedades nos demuestra que existan cosas inevitables. Todo dependerá de nosotros, y de nuestra capacidad para sobrevivir. La sensibilidad,la libertad y la tolerancia no tienen por qué constituir el final de un proceso.
Con gran escándalo de los defensores del pensamiento dominante, Berlusconi acaba de decir que la civilización occidental es superior a cualquier otra. Y ciertamente es así desde el punto de vista del desarrollo técnico, también desde el respeto a la idea de `derechos del hombre' y a las libertades individuales. Ello no significa desprecio a otras culturas, pues una afirmación de tal índole debe entenderse de una manera estrictamente histórica. Actualmente, hemos llevado al máximo los deseos de felicidad y bienestar de los hombres. En otras épocas, otros lo hicieron. Y aunque ciertamente nosotros moriremos, lo deseable es que los valores de nuestra civilización permanezcan y que no sea necesario volver a empezar.
Hace ya muchos siglos, fueron los monjes quienes de manera paciente consiguieron conservar los restos de una civilización que ni siquiera muchos de ellos entendían. Por ahora, nuestra cultura está viva y no hace falta que nadie guarde celosamente su recuerdo. Sin embargo¿será necesario que retornen los bárbaros para que el eterno deseo de belleza,de justicia y de igualdad de los hombres vuelva a renacer?
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