“Entre la justicia y mi madre, prefiero a mi madre”, la
frase da medida de la categoría moral de Albert Camus. En su polémica con Jean
Paul Sartre y los activistas franceses de mediados del siglo pasado, puso de
relieve que no hay exigencia ética superior que la que debemos a quienes amamos, sobre todo si constituyen
nuestra patria. Combatir por una abstracción a veces es fácil, se queda como un
héroe de cara a la galería si te matan. Sin embargo, los gestos teatrales
rebeldes pueden esconder una cobardía moral. Hay quienes son capaces de morir
por una idea, y son valientes. Muchos otros, con las espaldas bien aseguradas,
pretenden demostrar un coraje inexistente amparándose en los tópicos
bienintencionados de la mayoría social. Pueden querer aprovecharse de la
situación, ser viles incluso.
AL Rey Juan Carlos los militantes del PCE lo apodábamos
“El Breve”, su escaso interés intelectual y apoyo franquista parecían
condenarlo a la inconsistencia de una página perdida de la historia. No fue
así, hay que reconocer que la transición no hubiera sido posible sin él. Es
más, fueran cuáles fuesen sus incidencias completas, el golpe de estado de
Tejero hubiera triunfado sin su oposición, pues la mayoría del ejército estaba
con los sublevados. Si hubiera querido le bastaba con haberse callado la noche
del 23 de febrero de 1981, desde Milans del Bosh hasta Armada, los “pesos
pesados” de nuestra milicia, querían destruir la
democracia. Bien aconsejado o por propia iniciativa, se enfrentó a ellos
y nos salvó.
Independientemente de lo que sostengan opiniones
doctrinales minoritarias, ciertamente respetables, Juan Carlos, durante todo el
período de su reinado, estuvo protegido por la prerrogativa de la
inviolabilidad del artículo 56.3 de la Constitución española. Es decir, no está
sujeto a responsabilidad. Ciertamente, como todos los gobernantes, está sujeto
al juicio de la historia. También era irresponsable Luis XVI y fue llevado a la
guillotina. Pero en los cambios revolucionarios no se juzgan las actitudes
personales sino el símbolo que representan. No es una crisis de esa índole la
que vive España, ni es posible reconocer a Robespierre o a Saint Just, más bien
a populistas malcriados. Son niños que están jugando con fuego, desde luego,
porque los estados se vienen a pique cuando los dirigen mentecatos.
No es posible eludir que Juan Carlos tiene, y ha tenido,
responsabilidad moral por sus actos. Se puede ser un una persona simpática,
bonachona y ocurrente, como es el caso, e incidir al mismo tiempo en actitudes
poco prudentes, incluso reprochables desde la ética, es cierto. Hay una cosa
elemental, sin embargo: no cabe realizar un análisis sin tener en cuenta los
usos de la época, sus costumbres. Es decir, utilizando terminología jurídica,
sin considerar la realidad social del tiempo en que fueron realizados los actos. Gracias al Rey
emérito, España consiguió una ventajosa posición en las relaciones con las
monarquías petroleras y eso hace años
podía implicar lo que implicaba. Es imposible juzgar, ni siquiera moralmente,
de manera retroactiva.
En el derecho británico hay una máxima bien utilizada por William Blackstone: the king can do not wrong, el Rey no puede equivocarse, que significa sutilmente algo superior a la inviolabilidad. Implica la ficción de que la actuación del Monarca siempre es justa. Podremos estar equivocados, pero si un régimen quiere sostenerse será necesario que los súbditos lo acepten aunque tengan dudas. Pascal decía que en España no existía la piedad. Por la cuenta que nos trae, más vale que en este caso la tengamos
En el derecho británico hay una máxima bien utilizada por William Blackstone: the king can do not wrong, el Rey no puede equivocarse, que significa sutilmente algo superior a la inviolabilidad. Implica la ficción de que la actuación del Monarca siempre es justa. Podremos estar equivocados, pero si un régimen quiere sostenerse será necesario que los súbditos lo acepten aunque tengan dudas. Pascal decía que en España no existía la piedad. Por la cuenta que nos trae, más vale que en este caso la tengamos