Para Manuel Azaña la defensa de España no significaba otra cosa que la conservación "del caudal de belleza, de bondad y libertad, en suma de cultura, que es lo que nuestro país, como cada país, aporta a la historia como testimonio de su paso por el mundo y como ejecutoria de su nobleza”. Los que firmamos este escrito, andaluces de muy diversa ideología y condición, nos consideramos profundamente españoles, y como tales orgullosos de Cataluña desde la obra de Joanot Martorell hasta la presidencia de Lluís Companys. Es más, los andaluces somos catalanes en la misma medida que los naturales de Gerona o Sabadell. Decía Renan que la Nación no es otra cosa que "un sueño de porvenir compartido", y como el nuestro es plural nos sentimos tan castellanos como vascos o catalanes La vecindad administrativa no puede condicionar una nacionalidad, sería ridículo; la sensibilidad común y la historia son las únicas que pueden hacerlo.
El Derecho es un producto de la civilización, y la adhesión a sus preceptos no sólo determina un cuadro de facultades y deberes, moldea la personalidad hasta el punto de que, al darte una nacionalidad, te hace partícipe de su historia. El nacimiento, con arreglo a los requisitos establecidos en el Código Civil, es decir, el Derecho, te atribuye la condición de español, y nadie te puede privar de ella. El sentimiento de pertenencia a un país, a una "patria", es algo subjetivo, simbólico, y no hay nada que contribuya más a la creación de símbolos que el ordenamiento jurídico.
Roger de Flor, Roger de Lauria, las expediciones por Neopatria, la Renaixença y Tirante el Blanco constituyen el patrimonio de un gaditano en la misma medida que el de un barcelonés, y no nos lo pueden robar. Ramallets, Olivella, Segarra, Gensana, Tejada, Kubala y Czibor son tan nuestros como el canto de Els Segadors o Joan Manuel Serrat, también Gaudí. ¿En nombre de qué nos pueden privar de ellos? El amor por Cataluña es el mismo que el que sentimos por Andalucía. ¿Por qué, con qué derecho, nos los quieren quitar? Los nacionalistas pretenden construir un nuevo Estado sin resolver un problema elemental: la titularidad del derecho de autodeterminación. ¿Quién la tiene? ¿Sólo los que viven en Cataluña? Sería un disparate, no existe ninguna base jurídica ni siquiera cultural para ello. La tenemos todos y cada uno de los españoles.
España está en crisis, culturalmente y desde el punto de vista político. La realidad es que el concepto de representación no se acomoda a las características de una sociedad de masas que deja de confiar en quienes la dirigen. Pero si, al mismo tiempo, asistimos a la fragmentación del Estado sin reaccionar dejaremos de contar en el mundo. El caudal de libertad y belleza que defendía Azaña desaparecerá, y los reinos de taifas estarán a la vuelta de la esquina. Es bien triste, pero ya lo preveía Ortega, no sería ninguna novedad. Es hora de proclamar que nuestra capital intelectual como andaluces es Barcelona y no queremos que nos la roben.
Fdo.- Plácido Fernández Viagas Bartolomé