martes, 7 de diciembre de 2010

Alma atormentada

Según nos cuenta Tzvetan Todorov, Germaine Tillion, representante de las deportadas francesas en el juicio a los vigilantes del campo de concentración de Ravensbrück, observó con angustia que los antiguos verdugos, una vez detenidos, se comportaban en la misma temerosa forma que lo habían hecho sus compañeras y ella misma. Se habían transformado en víctimas, lo que le llevaba a la conclusión de que “eran gente corriente y sentía lástima por ellos”. Es una impresión que puede compartir cualquier especialista en derecho penal. Los más horribles delincuentes, a la hora del juicio, son ya otra cosa, se convierten en seres desválidos y tremendamente humanos. Al pronunciar sentencia, se corre el riesgo de condenar a una persona que ya no existe. ¿Qué hacer entonces?

Las dudas forman parte de la naturaleza del hombre, todo puede ser examinado a la luz de perspectivas distintas. Por ejemplo, ya que está de actualidad, es evidente que Marruecos se ha apropiado del Sahara sin título jurídico suficiente para ello, basta repasar la resolución del Tribunal Internacional de la Haya. Es cierto también que dejamos tirados a sus habitantes, que eran tan españoles como usted y como yo, y que nuestra política gubernamental desde el año 1975 ha estado caracterizada por un miedo casi patológico hacia nuestros vecinos. Sin embargo, en los útimos incidentes, se ha hablado de genocidio cuando, en la realidad, la inmensa mayoría de los fallecidos comprobados pertenecían a las fuerzas del orden marroquíes. Si decimos lo primero, será necesario reconocer también lo segundo.

Entrando en materia más delicada, no es difícil aceptar, a mi juicio al menos, que la inmensa mayoría de los miembros de los últimos gobiernos socialistas se ha caracterizado por su espectacular carencia de preparación política, y que han actuado como niños con zapatos nuevos singularmente malcriados. Su falta de conocimientos históricos, paradójicamente los más recientes y, sobre todo, los referidos a la II República y a las autonomías territoriales, resulta especialmente ridícula y llamativa. Sin embargo, de seguir determinadas tertulias mediáticas, puede invadirnos el temor de que sean sustituidos por individuos, bien maduros, incluso provectos, anclados en el franquismo más peligroso. ¿Qué actitud adoptar?

Habla también Todorov, en un conjunto de ensayos bajo el título “La experiencia totalitaria”, de “la infinita complejidad del alma atormentada de Raymond Aron”. Todas las personalidades inteligentes son poliédricas, observan los matices de cualquier cuestión; por desgracia una y otra vez tendrán que arriegarse al elegir.

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