martes, 19 de octubre de 2010

Un mínimo de piedad

Una persona colérica, que padece accesos incontrolados de ira, y cae incluso en la violencia, puede poseer cualidades de honradez y bondad. La desgracia suele acompañar a los seres que se sitúan fuera de la legalidad: su sistema nervioso, las enfermedades y, muchas veces, el propio entorno social son, con frecuencia, los causantes de su anormalidad. Los hombres mueren y no son felices; en el caso de Antonio Puerta el pensamiento de Albert Camus resulta singularmente exacto. ¿Cómo podía vivir observando todos los días en el espejo el rostro del Demonio que los medios de comunicación habían construido sobre él? ¿Quién ha sido el último responsable de su muerte?

Nuestra civilización repite mecánicamente que el fin no justifica nunca los medios. Es una mera hipocresía; en este caso los ha permitido todos. La lucha contra la violencia de género constituye una indudable conquista de los tiempos modernos, ¿pero hacía falta destruir una personalidad? Se ha criticado con saña a Violeta Santander por defender a su hombre, tachándola de pesetera y cómplice, los malvados están incapacitados para aceptar sentimientos nobles en los demás ¿Y si hubiera actuado por amor? Si así fuera, un ser capaz de suscitar sentimientos tan poderosos alguna buena cualidad debería tener. Además, si una mujer sostiene contra viento y marea que no ha sido maltratada, serán necesarias pruebas muy poderosas para poderla contradecir.

¿Y Neira? La verdad es que vivimos en una sociedad enferma o cínica, y no se sabe lo que es peor. Es indudable que el profesor mostró un gesto de valentía cuando se interpuso frente a lo que entendió actitud violenta de un agresor. Merece todos los parabienes. Pero qué sentido puede tener llenarle de condecoraciones y cargos, haciéndole protagonista de los más distintos, y peregrinos, debates públicos. Un héroe no tiene por qué saber de economía y mucho menos de física cuántica. En vez de hacerle un favor, corremos el riesgo de alterarle el ego. Y si encima, al día siguiente de cometer una infracción menor, un político regional anuncia urbi et orbi la privación de todas las distinciones podría hablarse de auténtica crueldad.

Somos tan viles que nos mostramos incapaces de prever el dolor que infligimos con nuestros actos, y tan tontos que juzgamos a los demás con la simplicidad necesaria para que el mundo quede dividido en buenos y malos. No es verdad, absolutamente todos los seres humanos poseemos cualidades distintas y contradictorias, somos ambas cosas a la vez. El problema radica en conocernos suficientemente para causar los mínimos daños, y poder vivir en sociedad sin demasiados sobresaltos. El Diablo está en todos nosotros.

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