martes, 22 de junio de 2010

Okonkwo


En los últimos días, de manera bien masoquista, me ha dado por consultar en Internet distintos rankins de la literatura universal. En castellano, existen varios aunque, si se observa, la mayoría son copias de los elaborados en los Estados Unidos. Con independencia de que, aparte de El Quijote y algún libro de García Lorca, la publicada en lengua española brilla por su ausencia, lo que me resultó verdaderamente asombroso fue encontrar, en casi todos ellos, entre las consideradas cien mejores obras de siempre “Todo se desmorona” del nigeriano Chinua Achebe. No me da ninguna vergüenza confesar que no sólo no la había leído sino que llegué a pensar que se trataba de una broma. Un librero amigo, Reguera, al percibir mi ansiedad, me la proporcionó en veinticuatro horas.

Después de devorarla, he de confesar que se trata de una buena novela pero resulta absurdo pensar que esté entre las grandes de cualquier tiempo, ni siquiera entre las cien mil primeras. En esencia, constituye un lamento por la pérdida de un mundo hermoso, el africano, con su propia mitología, tradiciones y palabras, que fue destruido por la colonización europea. El protagonista, Okonkwo, después de diversas vicisitudeses es perseguido por una justicia incapaz de comprender el código mental de los nativos, regido por leyes muy distintas a las impuestas por una civilización que no reconoce al diferente.

En mi opinión, la razón de su éxito obedece no sólo, tengo que reconocerlo, a una indudable calidad y a la creciente influencia de la población afroamericana sino, en esencia, a la imposición de lo “políticamente correcto”, que considera la expansión europea como una simple lacra. Sin embargo, según la propia prologuista de “Todo se desmorona”, el denominado reparto de África “que siguió a la infame conferencia de Berlín” tuvo lugar en 1884-1885. Entonces, como quiera que la descolonización subsahariana termina casi completamente con la caída de la dictadura portuguesa en 1974, puede deducirse que el dominio de los occidentales alcanzó escasamente un siglo. Y es cierto que cometimos muchas barbaridades, basta con tener en cuenta el espíritu de “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad, pero lo que nadie puede dudar es que, en ese tiempo, África pasó de la Edad de Piedra a la globalización.

Me temo que, al paso que vamos, Bibiana Aído va a convertirse en la única referencia de prestigio en materia literaria. De hecho, se rumorea que títulos tan sugerentes como “La sufrida mujer ibérica”, “El machismo español en América” y “La crueldad de los occidentales” pasarán a ser, gracias a sus consejos, obras de imprescindible consulta, de obligatoria compra también, para el lector consciente.

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