martes, 15 de junio de 2010

Niní


En el año 1969, a punto de entrar en la Univesidad de La Laguna, la célula de las Juventudes Comunistas, de la que era responsable, recibió la visita de un miembro del Comité Provincial que presidió lo que se llamaba, en la terminología del Partido, “un juicio crítico” hacia mí. En su opinión, no era más que un joven pequeño burgués que carecía de la formación propia de un militante y que en donde encajaba realmente era en el Frente de Liberación Popular, caracterizado por mantener actitudes estrictamente reformistas bajo una fraseología revolucionaria. Delante de todos los compañeros, sufrí una humillación que todavía no he olvidado, a pesar de que me siento bien orgulloso de haber pertenecido al PC en plena clandestinidad.

En el fondo, los comportamientos estalinistas encajaban perfectamente con mi formación cristiana, obsesionada con la culpa y la búsqueda de la perfección. La introspección servía para derrotar la vanidad, y darte cuenta de las motivaciones ocultas de tus actos. ¿Hasta qué punto no interpretamos el papel que en cada momento nos favorece? Por ejemplo, y descendiendo a los bien triviales aspectos de la vida diaria, la crítica que los viejos cascarrabias como yo venimos haciendo a la vida política española ¿no estará encubriendo nuestra incapacidad de adaptación a unos tiempos que ya no nos pertenecen? Todas las posiciones son psicológicamente interesadas, las nuestras también.

Cuando las dudas te asaltan, lo único que cabe es acudir al sentido del humor. Puede ser verdad, más allá de nuestras razones subconscientes, que la conducta de socialistas y populares sea ridícula, de circo incluso, dejo a salvo a los comunistas que, además de haber sido los míos, ya no cuentan y les tengo un respeto. Sin embargo, si se estudia con detenimiento la política de de este país, al menos en los últimos cien años, da la impresión de que asistimos a un espectáculo bien cómico. Por ejemplo, nos narra Miguel Maura, en “Así cayó Alfonso XIII” que el gobernador civil, Sr. Cruz Conde, le comunicó repetuosamente, en cierta ocasión, que una conferencia que había de pronunciar en Sevilla quedaba suspendida por orden expresa de Miguel Primo de Rivera. Al pedir explicaciones, se le indicó, en confidencia, que lo que pasaba en realidad era que el Dictador había roto con la señorita Niní Castellanos y estaba “de un humor insoportable”.

Para colmo, nos sigue diciendo Maura, los detalles de dicha ruptura fueron contados pocos días después por el insigne prohombre en una de las cartas públicas que, a través de la prensa, solía dirigir ea todos los españoles. Después de una cosa así, acepto la autocrítica: pido perdón, he de reconocer que este país no es ahora más tonto, sigue igual.

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